Imagen de archivo del rey Juan Carlos. | Efe

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El próximo jueves el rey emérito, Juan Carlos I, tiene previsto volver a Galicia para participar en una regata en Sanxenxo. Será la sexta vez -desde que abandonó España en 2020 para ir a vivir en Abu Dabi- que viene a la comunidad gallega, a la que suele llegar en avión. Pero la primera vez en su vida que pisó suelo español fue en tren, un tren que se conserva impecable en la gran nave del Museo del Ferrocarril de Galicia (Muferga), en Monforte de Lemos (Lugo).

Adentrarse en este vagón es como sumergirse en la historia, una que casi no aparece en los libros de texto y solo se vislumbra en algunas viejas grabaciones del No-Do. Juan Carlos, 'Juanito' por entonces ya que contaba con solo 10 años, se subió al Lusitania Express en Lisboa, en este coche del lujo que el Gobierno de Franco le había enviado. Por delante tenía 20 horas de trayecto atravesando Portugal y Extremadura. El Museo, según explica su director, Luis Blanco, recuperó este escenario histórico rodante cuando se encontraba "en un galpón en Villaverde", el destino final de aquel viaje del 9 de noviembre de 1948.

Al parecer, el vagón fue usado también por algunos ministros franquistas y, posteriormente, por varios del Gobierno de Felipe González, hasta que este decidió retirarlo preocupado por la inadecuada imagen de lujo que proyectaba. Y es que este diminuto hotel sobre ruedas tiene unas paredes con delicados adornos de marquetería, gruesas alfombras, asientos tapizados y lámparas de cristales. No le falta detalle ni al cuarto de baño, con ducha incorporada, ni a la cocina, el único habitáculo modernizado y que rompe con el estilo del resto el vagón. Todo el carrozado fue realizado por la misma empresa inglesa que hizo el del histórico tren Orient Express, como atestiguan sus ventanas ovaladas con emplomado dorado marca del estilo de esta firma. El tren era conducido por una máquina de vapor 'Mikado' similar a la que conserva el Museo, que tenía una velocidad máxima autorizada de 90 kilómetros por hora, aunque podía alcanzar los 115. Poco podía imaginar entonces, el niño Juanito que muchos años después, en junio de 1975, sería él mismo el encargado de apagar oficialmente la última locomotora de vapor de Renfe, por aquel entonces todavía como Príncipe de España.