Lucía con su madre, Mari Carmen. | Click

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María Lucía Navarro González, de 22 años, sufre parálisis cerebral, es miembro del grupo Invencibles del que os hablé el pasado sábado, y si hoy la he invitado a que se asomara de nuevo en esta ventana es porque su historia merece la pena ser contada, y mucho más si Mari Carmen, madre adoptiva sobre los papeles, pero más que una madre en la vida real, está presente, puesto que ella, junto con su esposo, Diego, tienen mucho que ver.

13 años de la lista de espera

María Lucía nació en Son Dureta. Su madre biológica era drogadicta -de coca y hachís, sobre todo- y alcohólica, por lo cual, durante el período de gestación, «mientras mi madre no paraba de consumir, yo absorbía todo cuanto se metía en el cuerpo», explica María Lucía, a lo que añade Mari Carmen: «aparte de que en ningún momento de su embarazo, según vimos en su historial clínico, visitó al médico. De ahí que al nacer la niña, que no pesó más allá de un kilo setecientos gramos, tuviera que permanecer en la incubadora durante dos meses y… ¿Sabe lo que me dijo -señala con la mirada a su hija- siendo ya mayorcita…? Pues me dijo que estando en el vientre de su madre quería salir».
«Y quería salir -retoma la palabra María Lucía-, porque me daba cuenta de que mi madre no me quería».

Ella nunca llegó a conocer a su madre biológica, y de su padre tampoco tiene noticias. «Mis padres son ella -señala a Mari Carmen- y su marido. Sí, porque si yo estoy aquí hoy es gracias a ellos». Mari Carmen y su esposo, durante años intentaron tener un hijo, su gran ilusión. Incluso probaron a través de la fecundación in vitro. «Primero, gratuitamente, por la Seguridad Social, y luego, pagando, a través de la medicina privada», relatan. «Pero no hubo suerte, no quedé embarazada… Así que esperamos a ver si era posible a través de la vía de la adopción, en cuya lista de espera estuvimos durante 13 años, habiendo entrado en ella mucho antes de intentarlo por la fecundación in vitro. A los cinco meses de haber insistido a través de la Dirección de Adopción, nos avisaron de que en Son Dureta había nacido una niña con poco peso: «Tenéis que ir preparándoos -nos dijeron- pues cuando pese dos kilos os darán el bebé».

Se confirman los temores

La fecha esperada llegó por fin. Mari Carmen y su esposo recibieron a la niña, lo cual los colmó de felicidad. No obstante, «a los seis meses notamos que cuando la dejábamos sentada, sin sujetarla, se caía de lado. Así que la llevamos al hospital donde no detectaron nada alarmante y nos mandaron al ambulatorio, a que la viera el pediatra, que tras observarla nos la entregó, junto con unos papeles, que no leímos hasta que de nuevo vimos que no gateaba, ni jugaba y que se seguía cayendo a un lado u otro», explica la pareja. «Revisamos los papeles donde se advertía, bajo las siglas PCI que podía tener parálisis cerebral infantil. Ante tal descubrimiento, acudimos al médico de pago, pero tampoco adelantamos nada, así que llamé a Atención al Paciente y conté la historia, pedí que le hicieran una resonancia cerebral, y nos citaron para tal día, a tal hora en Son Llatzer.

Lucía durante una actividad con 'Los Invencibles'. Foto: Click

El resultado que dio la resonancia fue el de parálisis cerebral. «Recuerdo que salí del hospital tirando del cochecito de mi niña sin saber qué hacer y a dónde ir. ¡Parálisis cerebral!, me decía. ¿Cómo la vamos a sacar adelante?, me preguntaba… Hasta que, pasado ese momento de angustia e incertidumbre, lo tuve… Mi marido y yo lo tuvimos muy claro: luchar por ella a toda costa por encima de todo… Naturalmente, todo eso afectó a mi salud, pues me salió lo que se denomina morfea en placas, lo cual puso mi cuerpo al límite. Encima, me dieron cortisona para pararlo, lo cual me hizo engordar mucho… Entonces, alguien, una amiga, al ver mi estado me dijo que por qué no devolvíamos la niña, a lo que le contesté: ¿Acaso te crees que es un bote de Cola Cao, que puedes devolver si te sale malo? ¡No!, ella es nuestra hija!, por lo que vamos a estar a su lado siempre, hasta el último día de nuestras vidas!».

Lo que le gustaría hacer

Paralelamente a estos problemas físicos de su madre, María Lucía tuvo que ser operada de las caderas, le colocaron unas placas, y de las piernas, en cuyas rodillas lleva unos soportes atornillados. Eso hizo que tuviera que dejar de ir al colegio, puesto que la recuperación fue muy dura. «Menos mal que nos mandaron un profesor a casa, para que no perdiera el curso. Lo demás -apostilla la madre- fue cuestión de paciencia y de estar pendiente de ella. Hoy, afortunadamente, salvo no andar bien, se sabe desenvolver sin muchos problemas, aparte de que pronto terminará sus estudios y podrá trabajar en un almacén llevando los pedidos, y con el tiempo las cuentas, pues preparada está para ello. Además, maneja muy bien el ordenador…».

María Lucía ha permanecido sentada en el sillón, escuchando atentamente a su madre. «También me está ayudando mucho -dice, rompiendo su silencio- ser una más del grupo Invencibles, donde he encontrado personas que me entienden, con las que socializo y hago deporte, lo cual nos viene muy bien a todos».

Como cualquier otra chica de su edad, tiene sus ilusiones. «Me haría mucha ilusión saber bailar, o mejor, poder bailar, poder ponerme zapatos de tacón, salir a dar una vuelta con las amigas, tener novio… Pero, aparte de que puedo apenas moverme, resulta que como para muchos sigo siendo invisible, me tengo que conformar como soy». Invisible -repite, consciente de que lo es. «Porque lo de ser invisible es algo que va conmigo, ¿sabes? Sí, siendo niña, en la escuela, ya lo era. Mientras las demás jugaban, yo me quedaba en mi silla, mirando. Tampoco las otras niñas hablaban mucho conmigo, seguramente porque me veían distinta… Así que me he acostumbrado a tener solo amigos como yo. Por eso me lo paso muy bien cuando nos reunimos los Invencibles, porque, como ya te he dicho, hablamos entre nosotros, hacemos deporte, participamos en competiciones, nos damos cuenta de que podemos hacer cosas…. Ahora lo que quiero es terminar los estudios y ponerme a trabajar».

Sus miedos

Y en cuanto a temores, puede que el que más le afecte sea el del miedo a volar, por lo que si tienen que dar el salto a la Península para ver a la familia materna, tiene que hacerlo en barco. «Trato de informarme sobre cómo puedo vencerlo. Que habrá alguna manera de vencer esos miedos. También le tengo miedo al mar, sobre todo si hay olas. Me deprimo mucho si voy embarcada y se mueve el mar. Pero creo que también debe de haber un remedio para eso».