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Más de cien personas llegaron este jueves a Mallorca y Cabrera de manera irregular a bordo de pateras que zarpan generalmente del puerto argelino de Dellys, a unos 250 kilómetros de Mallorca. Aprovechando las buenas condiciones climáticas, la travesía se prolonga durante un día y medio si no surgen inconvenientes. Las personas que emigran no quieren quedarse en Baleares; pretenden ser trasladadas a la Península y, desde allí, viajar a Francia y Bélgica para encontrar trabajo. Las oleadas de migrantes hacen suponer que existe una fuerte –e ilegal– demanda laboral. Las autoridades españolas practican escasas deportaciones, así que el viaje les vale la pena. Capítulo aparte son los menores no acompañados, que tienen derecho a quedarse en territorio nacional e integrarse en la sociedad.

Un centro que nadie quiere.

El número de personas que alcanzan las costas españolas es tal, que la Delegación del Gobierno plantea crear aquí un centro de internamiento temporal mientras se descongestionan los de la Península. Es una solución lógica que, sin embargo, provoca la alarma del vecindario donde vaya a construirse. Todo el mundo entiende que la migración irregular es un problema de fondo porque no desaparecerá por ahora. Así que un centro de internamiento temporal acabará convirtiéndose en definitivo y, en consecuencia, en foco de previsibles conflictos.

Argelia, el problema.

En lo que va de año han entrado en España por vía irregular 16.500 personas, 2.000 de ellas en los últimos quince días. Las relaciones de España y la UE con Marruecos obligan a las autoridades de ese país a ser vigilantes con las pateras que salen de sus costas. Pero estos acuerdos no se han establecido con Argelia, cuyo régimen sufre una profunda crisis política, sanitaria y financiera. Mientras las diplomacias española y europea no actúen en esa dirección, los puertos argelinos serán un enclave destacado para la migración irregular.