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Las protestas de los refugiados ucranianos por el modo en que se les ha comunicado, por parte de Creu Roja, de su inminente salida del hotel en que se encuentran alojados es un claro ejemplo de la descoordinación existente entre las distintas instituciones implicadas. Resulta evidente que una simple octavilla no es la fórmula más idónea para comunicar el cambio de alojamiento para quienes quieren quedarse en las Islas o, eventualmente, para quienes prefieren el traslado a la Península. La situación personal de estas personas, forzadas a huir de la guerra, requiere un esfuerzo de empatía que ha faltado en esta ocasión. Las cifras en el número de las personas acogidas y, en especial, la urgencia en la intervención pueden ser la causa de una situación que no debe empañar el esfuerzo de solidaridad del conjunto de la sociedad balear.

Mejorar la comunicación.

Más allá del episodio puntual de este martes, resulta imprescindible reiterar que –tal y como se advertía desde el primer momento– una operación de traslado masivo de refugiados no puede improvisarse de cualquier manera. Queda descontada la buena voluntad de quienes han organizado convoyes particulares de ayuda para los refugiados, pero es preciso contar con el asesoramiento experimentado de las organizaciones oficiales. Traer familias a Baleares sin alojamiento asegurado y estable no es una fórmula adecuada. El caos acaba siendo una situación con una responsabilidad compartida. Es preciso mejorar los canales de comunicación entre todas las instituciones y organizaciones implicadas.

Los refugiados, la prioridad.

Lo ocurrido debe ser una lección para evitar que no se repita el desfase detectado. Los refugiados son el principal objetivo a atender en las actuales circunstancias. Hay que corregir los errores –sin duda, muchos involuntarios– en toda esta gran operación de acogida de los que huyen del horror de la guerra.