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La quiebra del Silicon Valley Bank ha generado una ola de incertidumbre financiera de dimensiones colosales. Así, los principales mercado bursátiles de todo el mundo acusan severas turbulencias con cotizaciones a la baja. Los inversores se muestran temerosos hasta conocer el alcance de la crisis y su capacidad de contagio de las principales economías, empezando por la estadounidense y su efecto en Europa y el resto de países occidentales. El fantasma de la enorme recesión que provocó la caída de Lehman Brothers ha reaparecido, al igual que el temor a una crisis como la que provocó en 2008 y de la que, por citar un ejemplo, España tardó seis largos años en recuperarse. En este contexto, la preocupación en Balears está justificada.

A la expectativa.

Los análisis de las consecuencias que tendrá la caída del SVB son, en muchos casos, contradictorios. Oscilan entre los más alarmistas, que vaticinan una recesión profunda y prolongada por el contagio internacional, hasta quienes ven una crisis localizada y controlable a corto plazo si el gobierno de los Estados Unidos aplica las medidas adecuadas. Cabe, por tanto, huir del pánico y mantenerse expectante ante una situación que cabe calificar de delicada. La globalización financiera también obliga a asumir determinados riesgo, entre ellos terremotos de estas características, pero ante los que debe imponerse la prudencia.

Una carrera contra el tiempo.

Cualquier factor que genera incertidumbre es un verdadero peligro para las economías occidentales, y de manera muy especial las que tienen en el turismo su principal motor de creación de riqueza, como es el caso de Balears. Neutralizar la bancarrota del SVB debe ser una auténtica carrera contrarreloj para salvaguardar nuestros intereses. La coyuntura actual frena la inversión y el consumo, dentro y fuera de nuestro país; la peor de las noticias posibles. El objetivo debe ser pasar página cuanto antes.