Siempre que las fuerzas vivas imperiales se encuentran en un brete por las inapelables acusaciones que se vierten ante el rey emérito, le defienden diciendo que gracias a él estamos en democracia y que por eso hemos podido vivir cuarenta años en paz y prosperidad. Pero igualmente podríamos estar en democracia, con la misma paz y semejante prosperidad, si hubiésemos podido elegir entre república o monarquía en el caso de que esas fuerzas vivas no lo hubiesen impedido y hubiesen colaborado con una decisión semejante a la que han deparado a la monarquía.
Existe una entrevista televisiva terriblemente ilustrativa, de Victoria Prego a Adolfo Suárez durante la Transición, en la cual ella le formula la pregunta capital de por qué no hace un referéndum para saber si el pueblo quiere monarquía o república. Suárez fue muy taxativo, «porque en todas las encuestas nos sale república». Este plano, naturalmente, no fue emitido en su momento. Pero sigue existiendo el reportaje, y personalmente lo pude ver gracias a TV3, siendo la muestra irrefutable de que el atado y bien atado empezó desde la primera piedra del edificio de la Transición. Por lo tanto, cuando los imperialistas defienden la monarquía, basándose en que Juan Carlos nos trajo la democracia, hay que tener muy en cuenta que la democracia que tenemos, en realidad, vino del atado y bien atado. Juan Carlos fue solamente la cabeza visible y necesaria para que todo saliese con gran apariencia de autenticidad y fuese considerado como veraz. Por esto, igualmente se podría decir que hemos de venerar a Franco porque la democracia que hemos disfrutado durante más de cuarenta años se la debemos a él; pero si los imperialistas dijesen esto todo su entramado se derrumbaría. Franco no era un lince, pero no podía ser tan borrego de no ver que Juan Carlos necesitaría, de la manera que fuese, encandilar a un pueblo cuya mayoría esperaba de él un futuro más cordial del que había vivido en el franquismo, del cual buena parte de la población suspiraba pasar página. Pero ahora hay que hacerse la gran pregunta, por qué se hizo así y no como lo hicieron el resto de países europeos tras la guerra.
Implícitamente, la respuesta la da Suárez en la entrevista anteriormente relatada, porque en Europa los nazis y fascistas salieron derrotados y no podían oponerse a ello, pero aquí, aunque no guste a muchos, la sombra de Franco era alargada y, además, había vencido militarmente a los demócratas en la Guerra Civil. Por lo cual tenían claro que no se podía disgustar a los vencedores que en muchos, en demasiados estamentos económicos, judiciales, sociales y políticos seguían (y siguen) ostentando un poder determinante y muy potente. Por esta razón, cuarenta años después, seguimos sin poder poner las cosas en su sitio, porque ese poder sigue incrustado en las entrañas del cuerpo imperial. Por lo cual la estafa debe mantenerse, porque desde el momento que no se hizo cuando se debía, ahora es ya prácticamente imposible. Los republicanos no pueden salir del ostracismo, deben respetar la estafa secular so pena de amortecerse en el intento. Debemos admitir que aquí los demócratas no tienen derecho a decidir, como mucho, a expresarse.
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