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Anuncian tiempo inestable. Días lluviosos, sol relativo, horas de sombras. Los meteorólogos se han puesto de acuerdo con la época que vivimos. Quizás por eso nos hablan de fines de semana grises. Nos dicen que las temperaturas suben y bajan como un tiovivo. Y resulta que no se equivocan. No me extraña. Puede que el clima esté de acuerdo con nuestro tiempo interior. Es decir, la convulsión de la vida se corresponde a la convulsión del ambiente.

Me llama un amigo indignado. Me explica que le pusieron la primera dosis de la vacuna AstraZeneca. Se sintió aliviado, casi feliz. Le apuntaron en un papelito la fecha de la segunda dosis. Lo guardo como un tesoro. Llegó el día y no se la pusieron. El tema estaba en el aire, pendiente de decisión. Quería hacer un viaje. Me encuentro a una vieja conocida por la calle: me explica que necesita viajar, que sueña con largos trayectos hacia destinos mágicos. Converso por teléfono con una amiga de la infancia. Me explica ilusionada que pronto volverá a haber cruceros. Ella nunca ha hecho un crucero, pero desea con toda el alma embarcarse. Es la urgencia de dejar atrás los miedos lo que hace imprescindible el sueño del viaje.

Mientras sigue lloviendo, o hay nubes y claros, aunque abunden mucho más las nubes. La gente suspira por unos metros de terraza junto al mar, pero la lluvia no es buena compañera de los espacios abiertos. Añoramos el olor del mar en primavera, el sol en la piel, los cielos claros. Unos niños me explican que no podrán irse de viaje de estudios. Todos los niños sueñan alguna vez en un viaje de estudios, con compañeros alegres y días bulliciosos. Mi sobrino tampoco pudo hacer aquel Erasmus que le hubiese gustado. Puede que la necesidad de viajar sea inherente al ser humano. Va unida a la curiosidad por lo distinto, a la búsqueda, al interrogante de las miradas puestas en el mundo. Nos gustaba hacer un viaje en familia de vez en cuando. Mis padres, mis hermanos y sus parejas, mis sobrinos. Era una forma de aparcar la vida cotidiana para reencontrarnos, mientras observábamos el mundo. Tenemos destinos pendientes.

Sigue lloviendo. La lluvia limpia los lugares y les da brillos nuevos. También tiene un punto de nostalgia por todo lo que no pudo ser.