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Después del baño de realidad que han supuesto las elecciones de Madrid para muchos políticos, algunos dirigentes de izquierdas han hecho una lectura muy particular sobre lo ocurrido. Monedero, ese dirigente de Podemos que cobraba por asesorar a dictadores venezolanos, asegura que los que cobran 900 euros y votan a la derecha «evidentemente no son Einstein». Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno y famosa por su frase «el dinero público no es de nadie», considera que las elecciones madrileñas han estado marcadas por el debate sobre cañas y berberechos. Afortunadamente, hay políticos sensatos como Íñigo Errejón que pide a sus compañeros de izquierdas que no tomen por tontos a los ciudadanos. Esa es la clave.

Durante la campaña electoral, nos intentaron hacer creer que el fascismo era la gran amenaza que tiene España, no el paro, la inseguridad, la falta de vivienda, empresas al borde de la quiebra o gobiernos repletos de incompetentes y sectarios. Los ciudadanos eligieron con rotundidad y dejaron claro que no se creen las patrañas sobre los supuestos riesgos fascistas como si viviéramos en la década de los 30 del siglo pasado. Solo hubiese faltado que durante la campaña nos intentasen hacer creer que el comunismo es la solución a nuestros males.

En lugar de decir que los votantes son tontos por no votar a políticos listos (de izquierdas, naturalmente), lo realmente interesante sería analizar los motivos de la victoria de Ayuso. La presidenta madrileña no es una dirigente formada, no tiene una trayectoria brillante en la empresa privada, intelectualmente está en la media o incluso por debajo, pero, como dijo Nacho Cano, ha sido valiente. Lo ha sido al ir en contra del discurso único, se ha rebelado contra los siempre ruidosos políticos de izquierdas y medios afines, además de creer en su propia gestión.

No conviene olvidar que fue la primera que, antes del estado de alarma de marzo del año pasado, pidió que se cerrasen los colegios, reclamó que hubiera controles en los aeropuertos y, más recientemente, exigió que se prohibiesen los aviones procedentes de Brasil y Sudáfrica. Fue la primera, además, que avisó que las vacunas que se distribuían eran insuficientes. Todo lo que ella decía provocaba la reacción de los políticos progresistas, que como todo el mundo sabe han tenido una gestión impecable durante la pandemia.

Recordar lo que se ha llegado a decir en el Parlament balear sobre Ayuso, por ejemplo, da vergüenza ajena y mucho más lamentable fue la campaña de desprestigio que la presidenta madrileña sufrió en las elecciones autonómicas de 2019. La trataron de tonta desde el primer día de campaña y sin disimular. Evidentemente, ninguna organización feminista pidió respeto para Ayuso. Pues resulta que «la tonta», con el apoyo de los «votantes tontos» y borrachos, ha sido mucho más lista que el estratega de La Moncloa que creía que derribando el Gobierno de Murcia con una moción de censura daría un golpe mortal al PP de Pablo Casado. Aquella moción de Murcia, que resultó fallida, derivó en las elecciones de Madrid, la ruptura y desaparición de Ciudadanos, y el fin de las carreras políticas de Pablo Iglesias y Ángel Gabilondo. Jugada maestra de Ayuso.

Si son tan tontos y están tan poco preparados los votantes madrileños cuando no van ebrios, ¿a qué se deben tantos cambios internos en el PSOE y Podemos? Es gran misterio.