Ahora que ya estamos todos menos alarmados, o alarmados sólo autonómicamente, quizá ya sea momento de hablar de un asunto un tanto escabroso. La manera impúdica y desvergonzada con la que numerosos políticos y Gobiernos, no sólo aquí sino en todas partes, aprovecharon la calamidad pública para llevar el agua a su molino y arrimar el ascua a su sardina sin disimulo, intentando sacar beneficios electorales como quien extrae pepitas de oro del fango, toda vez que de una pandemia, como del cerdo, todo se aprovecha.
Puede que hayan tenido esa pringosa sospecha desde el inicio de la alarma, y es normal porque siempre ha ocurrido así en la historia de la humanidad. Es un tópico. Mal de muchos, ganancia de espabilados. Yo mismo, que sólo profetizo sobre seguro, adelanté hace un año que ese sería el pan nuestro de cada día, por más que los propagandistas insistieran en que de ésta saldríamos mucho mejores, más virtuosos y solidarios, más éticos. Y ello porque si bien lo de sacar ventaja de las tragedias es algo de toda la vida, sólo en el presente han logrado nuestros líderes y representantes políticos el grado de desfachatez suficiente para exhibir tanta vileza. Incluso se le ha puesto nombre: Optimizar el desastre.
Hasta los libros de autoayuda están de acuerdo en que hay que optimizar las crisis personales, sean profesionales, económicas o amorosas. De hecho, hay que optimizarlo todo, porque esa es la clave de la política y las finanzas. Y sobre todo, los desastres colectivos. Es el abecé de la estrategia política, equivalente en lenguaje llano a varios refranes muy castizos. La ocasión la pintan calva. Pájaro que vuela a la cazuela. Sí, un espectáculo hediondo. ¿Y quién ha optimizado mejor? Bueno, todos hicieron marranadas.
El Gobierno ha optimizado mucho, y más que lo hará con los fondos de la UE. El independentismo catalán también, porque el drama global les permite seguir chapoteando en su ciénaga unilateral. Y las derechas tienen un argumento nuevo para oponerse absolutamente a todo: Salvar vidas sin arruinar la economía, Dios sabe cómo. Y para optimización del copón, la presidenta Ayuso de Madrid, que se ha comido todas las sardinas y recogido todos los votos. Eso sí que es optimizar. Le ha sacado a la pandemia una rentabilidad del doscientos por cien. O más.
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