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Algunos años atrás, el Ministerio de Información y Turismo lanzó una campaña publicitaria con una frase redundante para nosotros, pero novedosa en el extranjero. Decía así: «Spain is different». Desde tiempo inmemorial vienen diciendo que España es diferente y de igual modo los ciudadanos. La verdad es que España era y sigue siendo, diferente; diferente al resto de Europa y América, claro. Algunos se lo toman como un alago, otros como una tara al compararnos con países vecinos.

Con todo, lo peor es que muchos creen estar capacitados para ocupar altos cargos políticos, sin tener la menor idea, ni preparación, ni conocimientos suficientes para dirimir conflictos. Dicen inconveniencias sin medir las consecuencias negativas que levantan o yerran en decisiones que pagamos por duplicado. Somos diferentes porque llevamos dos siglos de retraso en castigar la corrupción, algo que desapareció del Primer Mundo tras años imponiendo orden, educación, sanciones y arrestos.

Nuestros políticos no tienen experiencia sobre la administración del Estado por muchos estudios que tengan. En Francia, sin ir más lejos, tienen un presidente proveniente de la Escuela Superior de la Administración del Estado. Significa que quienes estudiaron en esta escuela dominan el contubernio administrativo y gerencial, conocen asuntos legales, diplomáticos y urbanísticos y todas las áreas del Estado. Y sucede que la lista elegida por los partidos en unas votaciones, se compone de técnicos superiores o personas de prestigio universitario que hubieran ocupado cargos políticos menores, alcanzando destreza funcional y directiva.

En España ocurre todo lo contrario. El partido ganador nombra a los ministros, directores generales, subdirectores, y asesores en cantidad. Los funcionarios de carrera son apartados, como si solo fueran amanuenses. Esta es la razón del abultado dispendio de la función pública.

No sorprende que altos cargos digan insensateces, como cuando Iglesias requirió la autodeterminación del Sáhara, causando el estropicio actual; o cuando Més dio apoyo a los palestinos, hiriendo al pueblo judío de aquí y de allá; también cuando Negueruela culpó a Madrid por no llegar turismo inglés a Mallorca e Yllanes añadiendo que espera que no vengan. Todo ello y mucho más confirma la falta del imprescindible –saber estar político y social– faltándoles delicadeza, diplomacia y templanza. A la vista está que cualquier político sin empatía y sin pensar lo que dice, puede desencadenar la discordia entre autonomías o la guerra entre un país fronterizo, obligados a llevarse bien, visto el peligroso caos organizado.