Ya llegó el verano con muchas dudas, sin atrevernos a planificar viajes ni cerca ni lejos, pero ahora es tiempo de vacaciones en la playa, nadando a diario, los niños jugando, los adultos conversando, como también los abuelos. Unos sacan la barca haciéndose a la mar buscando la profundidad adecuada y echar la caña a ver si pican. A mí me encantaba pescar con volantín notando el mordisquito del pez que tirando rápidamente subía al llaüt. Así pasábamos horas, disfrutando de lo lindo.
Es una estampa de hace más de cincuenta años, cuando había pocas barcas en el mar. Era una gozada sin parangón. A lo largo de los años habré nadado en muchas aguas de otros países y, la verdad, encontré pocos lugares donde el mar fuera tan espectacular como en nuestras Islas. En el año 1965 hice un viaje a Grecia, embarcando en Palma y desembarcando en Corfú, donde pillamos una ola de calor insoportable. Allí alquilamos un cochecito para ir a la playa, donde había una vena de agua fría, deliciosa que parecía recién sacada del pozo. Allí quedamos hasta la hora de almorzar.
Desde Patras subimos al trasbordador hacia la isla de Miconos, de casas blancas y azul oscuro; con el mar de agua inmaculada y fresca. En ella disfrutamos de nadar, junto al paseo de molinos de viento, una verdadera joya. Visitamos un pequeño museo arqueológico de piezas sacadas del fondo del mar. Conocí otros mares, como la isla de Delos y los leones de Marusi, en Grecia; en la isla de Capri, en Italia, con su cueva de aguas azules y verdosas donde me sumergí, algo maravilloso.
También nadé en Siria, en el Rhin, en Premià de Mar, Holanda, etc... nada que ver con las aguas mencionadas. Tal como vi estos mares, islas y países, pasaron años y cuando rebobino aquellos maravillosos viajes de mi juventud, tengo en mente los colores, olores, paisajes y sus gentes. En aquellos años apenas se viajaba y pude ver tierras y lugares con toda su autenticidad; la personalidad y amabilidad de sus gentes, los monumentos que había estudiado sin colas ni tumultos.
Tuve la gran suerte de viajar antes del nacimiento turístico en todas partes, empezando por Balears, diferentes unas de otras, pero con su belleza auténtica y su modo de ser particular, su arquitectura ancestral y apropiada; su espectacular costa. Ahora, como otros lugares, son irreconocibles. Lástima.
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