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No me suelo encariñar con los ministros y ministras, para nada, por lo que el relevo ministerial del fin de semana, incluyendo peces gordos como Carmen Calvo, Celaá, Ábalos y el astronauta, me trajo sin cuidado. Esto de los ministros y ministras es cosa del señor presidente; él sabrá por qué los pone y los quita. En realidad, ni siquiera me habría fijado si los tres líderes de nuestra recia derecha (una única derecha española, tres voceros), Casado , Abascal y Arrimadas, no se hubieran tomado tan mal esta crisis ministerial. Menudo griterío. Estábamos hablando sin tregua del riesgo extremo de la COVID, no sanitario sino turístico, que es peor, y de que esta quinta ola con variante Delta contagia mucho pero enferma poco, cuando irrumpió en la actualidad el brusco cambio de Gobierno, porque así lo estimó oportuno el presidente.

Y nuestra apocalíptica derecha que estaba a lo suyo, voceando el cambio de régimen que urde el traidor Sánchez , la plaga catalana y el asesinato de la Constitución a manos que los que quieren romper España, encontró en esa mudanza ministerial nuevas pruebas de la iniquidad de Sánchez. ¡Cambia a sus ministros (secuaces, dijo Abascal) y no a sí mismo, que es el que está destruyendo España! Como el discurso ya me lo sé, me fijé en sus caras, y parecía que habían encontrado un nido de ratas en su fregadero. Además del desprecio y desdén habituales, muy evidentes en el tono de voz, allí había verdadero asco, y a punto estaban de vomitar en directo. Más que radicalismo ideológico, aquello era radicalismo gastrointestinal. Qué asco les da Sánchez.

A los tres, que rivalizan en arcadas. Haga lo que haga el presidente, y aunque sólo se trate de un trivial relevo ministerial, Casado, Abascal y Arrimadas sufren retortijones simultáneamente, al unísono, y responden a coro vomitando idénticas frases, como si el asco común les hubiese dotado de poderes telepáticos. O como si de tanto pensar en el enemigo catalán independentista, hubieran asimilado su estrategia de confrontación inteligente. Salvo que en su caso no es nada inteligente; es, decíamos, gastrointestinal. El asco nunca es inteligente. Es así, y punto. Pero tampoco se figuren que Sánchez sea un caso especial. Lo mismo les provocaba Zapatero (traidor a los muertos), y González . Mucho asco.