Estamos en pleno segundo verano de pandemia, en que, a diferencia del pasado año, más de un 60 % de la población ha recibido la pauta completa de vacunación contra el coronavirus. La luz de salida del túnel no está lejana, pero aún falta el último empujón.
Este alto grado de vacunación nos ha permitido recuperar algunas de las costumbres de las que disfrutábamos antes de que todo comenzara. Los momentos felices para las cañas con los amigos al aire libre o de disfrutar de un café con hielo mientras lees la prensa en el bar de toda la vida. El de los rencuentros con la familia para celebrar tu santo o disfrutar de un helado de chocolate, siempre con cucurucho, paseando por el Born. Momentos esperados, pero deberíamos ser conscientes de que todo ello continúa siendo un peligro, porque, por si alguien lo ha olvidado, el virus no tiene todavía el billete de vuelta.
Revisando noticias de días pasados, apuntan todas hacia la misma dirección: el virus sigue vivito y coleando, y parece que volvemos a tropezar con la misma piedra. Aunque en un escenario totalmente distinto al pasado año, con una gran parte de la población vacunada, cualquier brote tendrá efectos muy distintos a los vividos el verano anterior con una población sin inmunizar. Pero en un escenario como el nuestro, tendríamos que haber aprendido algo de los errores del pasado. La relajación que vivimos el verano pasado hizo que la pandemia repuntara peligrosamente. Pero parece que no queremos aprender la lección y volvemos a vivir un déjà vu.
En fin, está en nuestras manos que sea este el último mal verano. Disfruten de sus vacaciones, pero no bajen la guardia, por ustedes y los demás.
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