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Puede que haya sido este veranillo inhabitual de un par de semanas que ha recalentado el ambiente, pero el hecho es que los almendros están en pleno proceso de floración en las solanas del sureste. Las primeras flores aparecieron por Nadal, cuando creo recordar que antes lo hacían por San Sebastián y, como llevamos años en modo alerta, que se haya adelantado ese fenómeno anual puede hacer que un pesimista lo interprete como signo inquietante de que algo está cambiando en el entorno cercano. Quizá sea que la naturaleza tiene sus códigos y decide que el almendro florezca cuando les dé la gana, pero es que uno tiene sus reticencias con la llegada de un año par, con tres doses y plagado de ómicron. Atentos. Es que el domingo, día dos por más señas, se supo que hay gente afectada por esa enfermedad doble llamada flurona. Gripe y COVID. Lo que nos faltaba.

Aquello del caldo y las dos tazas. Joder con el numerito. Pero no acaba ahí la cosa, que ese mismo día perdió el Madrid ante un equipo que hace cuatro días estaba desahuciado. El Mallorca ni ganó ni jugó contra un Barça que es una sombra de lo que fue y el Almería, líder de Segunda, cayó en casa ante un Cartagena simplemente voluntarioso. Está claro que hay que pasar de ídolos y héroes con pies de barro y de jugadores con los pies flojos. Palmaron los tres, maldito primer domingo de un año par y con tres doses. A ver cómo se portan hoy los Reyes, que han llegado con frío para marcar tendencia de normalidad, lo mismo que parece que han hecho los almendros con ese prodigio de floración.