Este lunes volvían los niños a la escuela tras unas Navidades en las que la COVID, en su variante ómicron ha parecido ser casi el único protagonista. Con una sexta ola desatada, hasta el último momento no se tomaron las decisiones necesarias para que la vuelta al cole no se convierta de nuevo en un festival de contagios y que al mismo tiempo, la excepcionalidad con la que se vive en las aulas desde que empezó la pandemia, no acabe siendo crónica y los efectos de esa excepcionalidad, transcurrido el tiempo, no sean irreversibles.
La vuelta al cole nos trae también la previsible aprobación de la nueva Ley Balear de Educación. Se dice que nace con la pretensión de que sea una ley consensuada y con vocación de continuidad, pero de nuevo, en lo que al tema lingüístico se refiere (y no sólo en ese), transcurre por el camino de siempre: confundir la escuela con lo que no es. El propósito inicial con el que se anunció desde la Conselleria, parecía adecuado y sobre todo, alineado con la Ley y con el sentido común: «Las dos lenguas oficiales son lenguas de enseñanza y aprendizaje, y el alumnado tiene el derecho a recibir la primera enseñanza en su lengua si es una de las oficiales de Baleares».
Nada que decir hasta que, llegando al capítulo siguiente, nos topamos con el ‘Proyecto Lingüístico de Centro', ese instrumento que por motivo de la autonomía de los centros escolares, puede convertir en papel mojado, todo lo anterior. «Los centros educativos, para que la lengua catalana, propia de las Illes Balears, mantenga la función de referencia y de cohesión social, pueden implementar estrategias educativas de inmersión lingüística». Lo harán en base a criterios tan difusos como «la realidad sociolingüística» o la lengua de los alumnos. Es decir, pura y simplemente, la voluntad del Consejo Escolar.
Volvemos pues a la casilla de salida, a la de la inmersión lingüística obligatoria en catalán en todos los centros educativos. A, en nombre de una normalización lingüística infinita, seguir manteniendo en la escuela una situación de excepcionalidad tanto pedagógica como legal. Decía que no había que confundir la escuela con lo que no es. Y no es, por ejemplo, una academia de idiomas (de uno solo), ni tampoco una herramienta de construcción nacional o de cohesión social.
Si algo se ha demostrado en las últimas décadas en Baleares, en las que curso tras curso nos hemos colocado en los primeros puestos de fracaso escolar y de abandono escolar temprano, es que el modelo no funciona, y aunque no todo es atribuible a la cuestión lingüística, tiene mucho que ver.
La lengua vehicular es la lengua de aprendizaje de contenidos no lingüísticos (matemáticas, historia, conocimiento del medio). A nadie se le escapa que acceder a esos contenidos en su lengua materna, facilita a los niños el aprendizaje y la comprensión, sobre todo de conceptos abstractos. Privarles de esa posibilidad por una mera cuestión política y sin la menor justificación pedagógica, me parece un crimen. Somos una sociedad bilingüe. Pretender que una de nuestras dos lenguas se aprenda en la calle o viendo la televisión, supone privar a los alumnos de la capacidad de manejarla en un contexto formal. Exactamente lo que ocurría cuando el castellano era la única lengua en la escuela, y el mallorquín, la lengua que se aprendía y hablaba en las casas y en la calle. Si esa situación no era justa, tampoco lo es la inmersión lingüística en catalán. Y no hay justificación que valga para seguir imponiéndola.
1 comentario
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Vostè critica s'immersió lingüística obligatòria en català a ses Illes Balears, que no s'aplica, però segur que li pareix indiscutible s'immersió lingüística obligatòria en castellà a totes ses comunitats castellanoparlants, que s'aplica de manera absoluta i sense excepcions. Amb un matís important: s'immersió només afecta ets alumnes amb una llengua pròpia diferent de sa pròpia de sa comunitat. S'immersió en castellà a Madrid s'aplica an ets alumnes no-castellanoparlants, perque es castellanoparlants estudien en sa seva llengua. S'immersió en català a qualsevol comunitat catalanoparlant, si s'aplicàs, afectaria ets alumnes no-catalanoparlants, perque es catalanoparlants estudiarien en sa seva llengua. Sa normalització lingüística no seria "infinita" si sa Constitució Espanyola hagués derogat es supremacisme castellà heretat des franquisme en lloc de rebaixar-lo, i si a ses comunitats castellanitzades durant es franquisme usant tots es recursos econòmics que feren falta, en democràcia s'haguessen dedicat recursos equivalents a revertir sa castellanització. Som es primer que firmaria perque sa normalització quedàs enllestida per sempre i s'acabàs sa situació d'excepcionalitat, però sé cert que vostè no hi firmaria mai. Reivindica s'ensenyança en sa llengua materna i diu que ès per raons pedagògiques i no polítiques, però tot d'una se contradiu perque només la demana pets alumnes castellanoparlants, quand n'hi ha molts que parlen altres llengües, aquí com a totes ses comunitats espanyoles. Si ses raons són pedagògiques, ha de demanar ensenyança en sa llengua pròpia arreu i per tots ets alumnes. Si només la vol pes castellanoparlants, i just a ses comunitats amb llengua pròpia diferent, vostè fa parts i quarts, deixa en evidència que ses raons no són pedagògiques i mostra sa filassa des nacionalisme espanyol. Ni ses Illes Balears són una societat bilingüe ni s'Espanya castellana ès monolingüe. Avui, totes ses comunitats espanyoles són plurilingües, amb immigració diversa. Emperò també totes ses comunitats tenen una llengua pròpia (autòctona) ben definida, que en es nostro cas no ès sa castellana ni ho ha estat mai. Tots es mallorquins de rel, fins i tot es més espanyolistes, distingeixen entre "parlar en mallorquí" (sa llengua pròpia) i "parlar en foraster" (sa llengua que ve de fora, de Castella, imposada per s'Estat). Tots ho tenim claríssim i n'hi ha que no consentirem que mos vulguin vendre figues per llanternes.