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Creo que no hay persona alguna que no tenga una opinión sobre la pandemia de la COVID-19 y sus filiales. Y no sólo los ciudadanos españoles, sino igualmente los europeos y todos los países del mundo, grandes y pequeños. La variedad de opiniones es amplia y diversa, lo mismo por parte de los ciudadanos como de los políticos y muchos discurren sobre la prontitud en finalizar con los contagios y fallecimientos; pero lo cierto es que nadie, ni virólogos, ni eminencias médicas saben cómo atajar este virus infernal. Hasta ahora solo se han encontrado vacunas que retrasan los contagios, sin embargo, todavía no se ha encontrado el modo de exterminar definitivamente el ataque virulento de estos bichitos que no se sabe de dónde vienen ni a donde van.

El descalabro producido por la pandemia actual nos lleva al desastre económico por mucho que intenten decirnos que, a mediados de este año de nuevo llegarán millones de turistas a las Balears. Bueno, mejor sería que así fuera, mejor, sí, pero no nos hinchemos por las reservas anunciadas por los touroperadores y no será la primera vez que las reservas concertadas se, anulen a última hora, dependiendo de los contagios y las normativas de cada país, y autonomía; por el papeleo exigido, y el puro miedo al contagio, o ser confinados en hoteles hasta su partida, y eso cuando tenían las maletas preparadas.

Pero, lo difícil será encontrar alojamiento en las Islas debido a la incontrolable carestía de alquileres, para poder alojar cientos de trabajadores que vienen a trabajar en el turismo, y otros cientos de empleos en diversos trabajos vitales, como: albañilería, obras públicas, construcción, carreteras, policías, etc. Somos la autonomía donde la vida es más cara, en todos los ámbitos de primera necesidad, del país. Mientras otras ciudades de la nación son más económicas, tales como Madrid, Barcelona, o País Vasco; aun que, hayan subido precios al reducirse el espacio de nuestro angosto territorio, más el crecimiento de población. A este paso se tendrá que facilitar viviendas sólo para los mallorquines; algo similar a Mónaco, cuyo espacio se prolonga sobre, y bajo el mar, como aparcamientos subacuáticos

Todo ello carísimo, pero, tasado ventajosamente para monegascos, sobre los multimillonarios que no pagan impuestos. Los políticos democráticos priorizan los servicios públicos, no permitiendo el deterioro para ciudades y sus ciudadanos. ¡Qué pena que aquí únicamente cuiden del turismo!