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Escuché el otro día en el bar a un alemán integrado que le decía a otro extranjero «qué bien se vive en Mallorca, ¿eh?», frase coloquial del siglo pasado, espetada sin pudor por un residente arraigado a otro de reciente incorporación. Había cierta ironía y el tono expresaba algo de reproche, quizá con la pretensión de que el nuevo reconociera las excelencias de esta tierra en comparación con las condiciones de la que había dejado.

En estos días de cólera no estaría de más echar la vista alrededor para comprobar dónde y cómo estamos. «Qué suerte tienes de vivir en Palma», escuché un par de veces en ciudades con menos nivel que la capital balear, mito turístico y residencial. Como la comparación es subjetiva, mejor leer un estudio reciente que coloca a Ibiza como la segunda ciudad más saludable de España. El informe se basa en esperanza de vida, tasa baja de mortalidad por cáncer y enfermedades cardiovasculares; menos obesidad, más práctica de deportes de mantenimiento...

En el puesto de honor, Palma de Mallorca. Los de Reebok no deben saber que se llama, simplemente, Palma, pero sí saben que estas islas son buenas para la salud, elemento tan atractivo como estar catalogadas en el top ten de las mejores zonas turísticas. También lo saben desde hace mucho tiempo ricos, emprendedores, rentistas, jubilados que quieren vivir aquí porque aquí se vive bien. Ni chovinismo ni complacencia, que de lo que se trata es intentar aceptar que el flujo tiende a subir y es imparable, que hay que compartir espacio y bienestar. Mejor llevarse bien donde bien se vive.