Habrán oído que a veces la gente, preferentemente en la oscuridad de la noche, escucha una voz interior muy misteriosa, que ora le reprende severamente y le dice qué está bien y qué está mal, ora le incita a Dios sabe qué, ora le susurra mandatos para resolver ese problema o vengar una afrenta. Hay quien llama a eso la voz de la conciencia, o al revés, la del diablo que nos busca la perdición. O incluso la de ese capullo sabelotodo que todos llevamos dentro. Pero sea una cosa u otra, qué más da, la ventaja de los sordos es que no oímos nunca voces interiores, y si las oímos no entendemos nada. No es que yo fuese a hacerle caso a mi voz interior si la oyese, pero claro, si no la oyes te ahorras la murga, y ganas en tranquilidad de espíritu. La de desastres que suele provocar esa jodida voz interior («Algo me decía que…»), por si no tuviéramos bastante con las exteriores. «No quería hacerlo, pero escuché una voz interior…», se justifican los oyentes. Algunos, adiestrados por curas o psicólogos, incluso toman esos refunfuños íntimos por la voz de su alma, y cómo no vas a obedecer a tu alma.
La voz interior
Palma23/05/22 3:59
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