En el debate electoral del lunes en Andalucía, de los seis candidatos, solo uno, mujer y del bloque de izquierdas, mencionó el medio ambiente como parte de su programa. Otra candidata, también progresista, habló de la relación positiva de transición ecológica y puestos de trabajo. Silencio de los dos grandes y negacionismo de la tercera en discordia del cambio climático. Una pena que la concienciación que tuvimos cuando se le vieron las orejas al lobo en reclusión y pandemia se haya diluido.
Fue quitarnos la mascarilla y sacudirnos ese conato de hacer algo y aceptar restricciones para que el desbarajuste climático no se lleve por delante el bienestar de la sociedad occidental. Es que en la otra sociedad, la del África subsahariana, países del Oriente Próximo y del sureste asiático ya se padecen sus efectos. El otro día lo recordaba en este diario un estudioso de los flujos migratorios por el calentamiento atmosférico, que corrobora las alertas de la agencia de la ONU para los refugiados.
Cincuenta millones de africanos se han desplazado en sus países hacia zonas menos secas y productivas. Alrededor de cien millones se pueden lanzar de las zonas afectadas hacia Europa en busca de comida. Llega la emigración ambiental. La guerra, el bloqueo de alimentos y materias primas, la falta de agua y también las inundaciones llevan a la hambruna y a la muerte. Ninguna frontera detendrá la desesperación de los sobrevivientes. Necesitamos líderes con agallas que no se callen, que hagan algo, que enfrenten revoluciones internas y un éxodo masivo que puede cambia el mundo.
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