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El pasado 23 de julio, un hombre de 46 años fue asesinado a tiros en la playa nudista La Mama, de Francia. La playa está situada a 20 minutos en coche desde Marsella, en la costa mediterránea. Son playas muy abiertas al mar, con tramos de guijarros y en ocasiones poca arena. Desde luego, no son mejores que nuestras calas, aunque seguramente los franceses han sabido explotarlas mejor. Antes de que se produjeran los disparos, la víctima mantuvo una discusión con el agresor, que le recriminaba que estuviera masturbándose mientras miraba a una mujer que estaba tomando el sol en la arena. El hombre no le hizo maldito el caso y el agresor sacó una escopeta de su mochila de cazador y le disparó tres veces. El voyeur –si se le puede llamar así– murió en el acto. El cazador tenía 76 años. Llamar voyeur a la víctima no es exacto porque un voyeur es una persona que espía a escondidas a otras personas en situaciones eróticas para excitarse sexualmente. Está claro que la víctima se excitaba sexualmente, pero no a escondidas, porque de ser así el cazador no le habría visto. Según parece, el agresor frecuentaba la zona, no sé si vestido o desnudo, pero desde luego bien armado con su escopeta de caza. Llama la atención su edad porque a los 76 años, uno ya no es un niño y debería estar curado de espanto. Ignoro qué tipo de educación habría recibido, pero sé que si esto hubiera ocurrido entre nosotros, alguien lo habría achacado a los años de la represión sexual, cuando éramos la reserva espiritual de Europa. Claro que este hecho deplorable también podría atribuirse al celo excesivo del cazador por preservar la integridad de la mujer, que fuera un defensor acérrimo de los derechos de la mujer, un feminista armado en una playa nudista. La víctima había bajado desde la ciudad de Lyon hasta la playa, en un recorrido en coche de más de tres horas. Le habría salido más barato y seguro hacérselo en casa. Lo peor es que, según la educación que recibimos los de mi generación, la muerte no es el final trágico de este asesinato, sino que después viene la condenación eterna en el infierno.