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Me sorprende la seguridad con la que hablan algunas personas, creyéndose ungidos de la Verdad sobre sus cabezas. De esta manera, todo lo que sale de sus bocas (o de los dedos que teclean en las redes sociales) es ley. El ingeniero de la vida no tiene complejos y opina de todo sin tener ni idea de nada. Pero eh, no hay nada como decir su verdad con énfasis para que al final su interlocutor le tenga que dar la razón, ya sea porque se lo quiere quitar de encima o le ha convencido su patochada. El ingeniero de la vida, licenciado en el Universo, no tiene ningún problema en rebatir a los expertos porque «lo he leído en internet», como quien dice que lee libros y resulta que son las Páginas Amarillas. Lo mismo la red es un pozo de sabiduría como un agujero de ignorancia y de ponzoña.

El paisano (me van a perdonar, pero hay mucho señor enterado, aunque también tenemos valiosos ejemplares femeninos) lo mismo habla del cambio climático que de la vacunación; es el que te discute cómo se hace del encofrado y cinco minutos después advierte que los periodistas no se enteran de nada. Aunque su madre le sigue haciendo la cama y le bate el colacao, discute con los arquitectos sobre cómo llevar una obra pública y con las autoridades sanitarias de cómo afrontar una pandemia.

Es probable que sea el conductor que te atosiga en la carretera y te hace luces y pita mientras vas a 80 kilómetros por hora en la vía de cintura, la máxima velocidad permitida. Licenciado en todos los saberes, le dice a la comadrona cómo llevar el parto de su señora. Y, como José Ángel Antelo, el desacertadísimo concejal de Vox en el Ayuntamiento de Murcia, te rebate con audios de voz de Javier Ortega Smith cuando niega el cambio climático. Como dice Ginés Ruiz Maciá, portavoz municipal de Podemos en Murcia: «Eso no es verdad, Antelo».