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Ya se ven hojas blancas en almendros de Eivissa y florecen miles de melocotoneros en tierras del sureste peninsular. Recuerdo algunas floraciones del almendro a finales de diciembre, cuando lo habitual es que aquí lo hagan por san Sebastián y a primeros de febrero en campos templados, pero es la primera vez que despiertan cuando acababa el octubre más caliente. Creen lo árboles que llega la primavera. Dicen agricultores y estudiosos que el calor tiene la culpa porque es una anomalía histórica que las temperaturas rocen los treinta grados por Todos los Santos. Bueno, y que no se escuchen cantos de tordos ni rastro de esclatasangs en la inmensa mayoría de las zonas. Así llevamos varias temporadas.

Es preocupante, pero mucho más que los árboles estén dislocados porque si ahora cuaja la alloza, también llamada almendruco, no parece que la almendra pueda resistir vientos, alguna helada y presumiblemente falta de agua hasta la recogida en verano. Y el disloque afecta también a la producción de los olivos, que está siendo decepcionante. Mala la cosecha de aceituna de mesa y de la de aceite se espera hasta un sesenta por ciento menos en las grandes plantaciones. Tampoco aquí los agricultores son optimistas: menos de la mitad que el año pasado.

¿Qué está pasando? Pues lo que los científicos llevan mucho tiempo pronosticando y los negacionistas del cambio se niegan a admitir aunque vean flores en los almendros y los melocotoneros sientan que ha llegado la primavera. Quizá tengamos todos que echar cabeza para que los árboles recuperen la cordura.