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El pasado fin de semana no hubo fútbol, pero este alivio asombroso no durará nada, porque dentro de cuatro días, el próximo domingo, empezará el sórdido Mundial de Qatar, un verdadero hito en la historia universal de la infamia, algo que no podía ocurrir (como la guerra mundial en Europa), pero que ocurrirá. Y con mucha fanfarria, general alborozo y apoteosis mediática. ¡El mundial de fútbol! ¡En noviembre! ¡En Qatar! Pero esta no será una parrafada de fútbol, sino de un género literario más inferior todavía, el género apocalíptico. En esta especialidad, el desolado autor aprovecha cualquier anécdota o acontecimiento de la actualidad para ponerse lúgubre, y enlazando símiles y metáforas de mal agüero, da rienda suelta a su amargura y encuentra signos irrebatibles del fin de mundo por doquier. Dicen que luego de este desahogo intelectual se queda tan ancho, y se apacigua, y así hasta el próximo exabrupto apocalíptico.

No creo que a mí me ocurra esto último, ni que me apacigüe al acabar la diatriba, porque la abominación de Qatar es ya, ahora, este domingo, y han sido muchos años confiando en el milagro de que tal vileza futbolística, moral y financiera no llegaría a culminar. Y vaya si culminará. Qatar ya está aquí, Qatar somos todos. Lo que prueba que las cosas están peor de lo que suponíamos, y a cualquiera de los grandes desastres del presente (políticos, climáticos, bélicos, económicos, etc.), debemos añadir «Y encima, Qatar». La guinda del pastel venenoso, lo que nos faltaba, el horror definitivo.

Se sabe que es el auténtico apocalipsis, mil veces anunciado, en que ni el fútbol se salvará. Recordemos que Xavi, futbolista legendario de una sensatez apabullante a quien tanto quisimos, una vez allí se convirtió de la noche a la mañana en propagandista supremo de este lugar nefando, y primer embajador global de Qatar 2022 por designación de la autoridad religiosa medieval competente. Es decir, por la puta pela, la enfermedad más contagiosa que existe. Como Qatar y sus energías fósiles. Xavi es ahora un capullo, por decirlo con tacto, y si eso no es detalle significativo del fin del mundo, qué lo será. Espero que la afición me disculpe este párrafo aguafiestas, no domino el género apocalíptico. No es lo mío, me aburre. No pienso ver ni un minuto de Qatar.