Uno de los pintores, y acuarelistas, mejores, con más técnica y más interesantes (y tal vez divertidos) que han plasmado Mallorca fue el estadounidense, aunque nació en Florencia (donde también nació, por cierto, el archiduque Luis Salvador), John Singer Sargent (1856-1925). Fue un retratista maravilloso y aristocrático (cuando quería) y muy cotizado, a razón de 150.000 dólares por óleo, lo que era una barbaridad entonces; sin embargo sus retratos más alucinantes y lustrosos fueron los de dos grandes escritores, nada menos que varios de Robert Louis Stevenson y solo uno de otro genio, Henry James. Singer Sargent fue un enamorado del Museo del Prado (sobre todo de los cuadros de Velázquez): durante un tiempo acudía al Museo de Museos a extasiarse con unas obras de arte que los habitantes de España no valoramos ni siquiera hoy. Copiaba y copiaba cuadros, y copiaba, y combinaba esa faceta suya clásica, de dominio exacto del pincel y su paleta, con sus merodeos y extravagancias educadas por una España con su pintoresquismo desbordante y su folclore que le entusiasmaba, todo lo reflejó en multitud de óleos. Su estilo, excelso y muy depurado, cabalgaba entre el impresionismo y el realismo e incluso ronda a veces el hiperrealismo; en ocasiones su lenguaje pictórico se parecía mucho al de Sorolla, gajes de la época. Pintaba un poco de todo lo que le daba el paisaje mallorquín de sí: lo mismo los farallones de la serra de Tramuntana que unas ramas.
«Granadas mallorquinas», en Washington
23/11/22 0:29
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