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Hace un par de semanas hice turismo insular. De hecho, en temporada baja es en el único momento en que los residentes podemos permitirnos disfrutar de nuestro territorio, por precios y por espacio, sabiendo que en unos meses llegarán hordas de turistas y volveremos a sufrir la masificación descontrolada y los precios al alza, si es que pueden subir más. Así, además, contribuimos humildemente a paliar los efectos de la estacionalización que tanto temíamos y que ahora añoramos. Por cierto, sigo sin entender que no pueda haber ninguna fórmula para evitarnos la tasa turística a los residentes, que ya sé que es legal, pero no me parece ética porque implica una doble fiscalidad.

El asunto es que me fui de hotel. Uno de esos con instalaciones que necesitan renovación pero que pueden seguir vendiendo sin límite gracias a su extraordinaria ubicación. El recepcionista nos indicó que teníamos wifi gratis por gentileza del establecimiento, un servicio tan lógico que su desafortunada frase me pareció el paradigma del antimarketing. El detalle de la habitación compensó el desliz: fue fantástico encontrarse una botella de cava con la que celebrar un cumpleaños que desconocían. Pero después fue desastroso que en la cena nos cobraran la botella de agua del grifo a 3,30 euros, aunque fuera filtrada.

Entiendo que las bebidas en la restauración son clave del negocio; cualquiera sabe que es el producto donde más hinchan los precios los locales. Pero no es necesario timar a los clientes. Ni en bares, ni en restaurantes, ni en hoteles. La ley, normativa estatal que entró en vigor en abril de 2022, obliga a ofrecer y proporcionar sin coste agua del grifo al público. La preocupación no es el bolsillo del consumidor, sino la reducción de plásticos contaminantes. Sin embargo, el 99 % de los locales incumplen esta medida, según Consubal. Mi realidad lo corrobora: jamás me han ofrecido esta opción, lo cual ya incumple la norma el 100 % de las veces. En cambio, sí me han servido agua del grifo en lugar de embotellada al pedirla, con cobro pero sin explicación. Entiendo que el tratamiento con ósmosis tiene un coste para el establecimiento, pero no justifica el pago, salvo que sea una cantidad simbólica en lugar de usurera. La alternativa es que el usuario se lleve su botella reutilizable y le dejen hidratarse según su necesidad.

El plástico es un problema y el agua de la red debería ser un derecho, así que es buena medida la instalación de fuentes por las islas como se está haciendo en algunos municipios, donde los turistas pueden dejar mucha pasta en consumiciones, pero también mucho residuo convirtiendo el pan para hoy en lamento para mañana.