Recientemente descubrí que Rock Hudson murió poco antes de cumplir sesenta años y recordé que en aquel ya lejano otoño de 1985 –yo tenía 19 añitos– me parecía un anciano. Los estragos que el sida habían hecho en su cuerpo –era un gigante de 1,96– y en su rostro antaño perfecto nos dejaron a todos impactados. Gracias a él tomamos consciencia de lo que estaba ocurriendo. Fue aquella una época crítica de nuestra vida, por la irrupción de aquel virus que ahora nos parece haber desaparecido. Y no, para nada. Aunque ya no se prodigan las campañas de sensibilización institucionales y casi nadie habla de ello, sigue ahí. Ahora, después de cuarenta años de investigación, hay tratamientos contra la enfermedad, pero el virus sigue transmitiéndose por las mismas vías que entonces: jeringuillas compartidas y sexo. Como tantos otros males que se contagian a través de los contactos sexuales.
Gonorrea
Palma30/06/23 0:29
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