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Cada año por estas fechas se suscita el mediático debate acerca del coste de la vuelta al cole. Algunas organizaciones de consumidores repiten que ese coste resulta inasumible y descuadra el presupuesto de muchas familias, por más que sea un dispendio previsible.

Niego la mayor. La enseñanza es el bien cultural -en muchos casos, casi el único al que tendrán acceso muchos chavales- que mayor valor tiene y cuyo coste es más económico. La escolaridad de las etapas obligatorias -Primaria y ESO- es gratuita en España en una extensa red de centros públicos y privados concertados. En Balears, desde 1998, también lo es la Educación Infantil de segundo ciclo, y, desde 2007, el Bachillerato, en este último caso con una aportación mensual simbólica de las familias. Desde este curso es también gratuita una franja de cuatro horas diarias en toda la Educación 0-3. Las actividades extraescolares y los servicios complementarios tienen precios que, por ley, no pueden ser lucrativos, y cuyos excedentes, si los hay, deben destinarse a la reinversión para la mejora del centro. Obviamente, el material escolar y los libros, tablets y aplicaciones han de pagarse, porque, de momento, la Administración no los financia, aunque se ofrecen ayudas, becas y programas de reciclaje para familias en apuros económicos o con varios hijos, cada vez menos comunes.

No obstante, siempre hay determinados anzuelos que se lanzan a la opinión pública para propiciar la discusión. Uno de ellos es el del coste del uniforme, en aquellos centros que lo tienen implantado. Ese debate es falsario. Los uniformes están diseñados y escogidos especialmente para ser cómodos, resistentes y duraderos, idóneos para las edades y actividades de los chicos, y su precio es inferior al de la mayor parte de las prendas de calle. Imagino que, en aquellas escuelas en las que no existe, los escolares no acuden a clase desnudos, de forma que se trata de un coste alternativo. Además, como reconocen todos los expertos, el uniforme tiene el efecto de ocultar diferencias sociales e igualar a todos en su aspecto, algo muy importante en esas edades, por afectar a la autoestima de los adolescentes.

En cualquier caso, llevo más de treinta años vinculado al sector educativo privado concertado y puedo asegurar que jamás, en ningún colegio, se ha dejado de escolarizar a nadie porque su familia no pudiera hacer frente a tal o cual coste. Existen mecanismos de solidaridad en la mayor parte de los centros, con la colaboración de las AMPA. Se han extendido las becas de comedor a las familias de la concertada que lo precisan y, en cuanto al transporte escolar, el Govern de Marga Prohens ha adquirido el compromiso de modificar la normativa para posibilitar el aprovechamiento conjunto de las líneas por parte de todos los alumnos, estén escolarizados en un centro público o en uno concertado.

¿La escuela es cara? Conviene analizar las prioridades de gasto de las familias antes de opinar, porque algunos de los que se quejan de que los libros de texto cuesten una media de 180 euros al año no tienen empacho alguno en gastarse mucho más en unas zapatillas de moda o cantidades absurdas en teléfonos móviles, consolas de videojuegos, etc.

Lo más caro de la educación es, sin duda, no tenerla.