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Se nota que estamos en enero por las tradicionales rebajas y la tradicional gripe de enero, que están ambas en su pico. Yo tenía que vacunarme de la gripe y la COVID hace un mes, pero no pude porque tenía gripe. Como desde que soy un vejestorio el Estado me cuida mucho, está siempre pendiente de mí, me volvieron a avisar la semana pasada, así que por cortesía sanitaria me vacuné de ambas cosas al tiempo, que para eso tengo dos hombros. Y ahora soy un hervidero de anticuerpos, me chorrean los anticuerpos piernas abajo hasta empaparme los cordones de los zapatos. Podría cruzar a través de una multitud como dentro de una burbuja, manteniendo a raya y a distancia numerosos cuerpos humanos ajenos (de diversos géneros). El anticuerpo que camina, ese soy yo. Si de joven el Estado y las autoridades clínicas hubiesen estado tan pendientes mí, la verdad es que me habría inquietado mucho, me habría encerrado a cal y canto donde no me pudieran encontrar (un monasterio, tal vez), y quizá habría escrito artículos paranoicos de denuncia. Pero como soy un anciano, y a los ancianos nos da igual todo, hasta el Gobierno nos trae al pairo, y además estoy relleno de anticuerpos como un pavo de Navidad lo está de arándanos y ciruelas secas (tías, es vuestra oportunidad), la verdad es que lo llevo con absoluta tranquilidad, sin inmutarme. Como el viejo rabino Groshkover del cuento clásico judío, que aconsejaba recibir con naturalidad cualquier cosa que sucediese, fuese una señora, un picahielos en el pecho o ambas cosas a la vez. Lo que sí me asombra un poco es tanta insistencia y campaña informativa sobre este asunto de la gripe, con el lenguaje tan conocido de la pandemia, con curvas, picos y urgencias sanitarias desbordadas. En el que más que los pobres griposos, lo que preocupa son los pobres sanitarios que les atienden, con penuria de medios. Se diría que alguien no aprendió nada de aquella pandemia, y siguen escatimando sanidad pública. Así que ahora debemos compadecer más a médicos y enfermeras que a los enfermos, porque sabemos hace un siglo que en invierno hay gripes, y en enero, rebajas. Normal. Pero bueno, no me hagan mucho caso. Igual están hablando mis anticuerpos.