TW
2

En el Génesis, primero de los cinco libros sagrados del Pentateuco bíblico (la Torá de los hebreos), cuya escritura se atribuye al mismísimo Moisés, el Señor dijo al patriarca Abraham: «Abandona la casa de tu padre y sal hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti una gran nación, te bendeciré». Para que no hubiese dudas por los siglos de los siglos, llegados al lugar prometido de Canaán, añadió el Señor: «A todos tus descendientes daré esta tierra». Y cuando Abraham se quejó a Yahvé de no tener descendientes al ser estéril su mujer Sara, le aseguró que los tendría. Así que su esposa, en lo que tal vez fuese el primer vientre de alquiler de la historia, le regaló a su joven esclava egipcia Agar para que concibiese en su lugar. Etcétera. De esas generaciones de descendientes, que ahora sabemos que se prolongan hasta Netanyahu, trata el Génesis, primer libro del Pentateuco, de gran actualidad y lectura esencial si se quiere saber qué pasa en Gaza y por qué. Porque ahora que por fin la UE, tras cien días de matanzas y con el mundo atónito con esa operación de exterminio, parece que debate en serio un plan de paz para crear el Estado palestino (es decir, lo mismo que ya dictaminó la ONU en 1948), conviene conocer dónde está la dificultad de ese intento, que lleva fracasando casi 80 años. En el Pentateuco (la Torá), que además de historias, matanzas y genealogías, es un tratado de leyes divinas. Y con el Pentateuco no se puede discutir, ni siquiera se puede negociar, porque lo mismo que en el Corán, las leyes de Dios están muy por encima de las de los hombres. El Deuteronomio, último libro bíblico de la Torá, las recoge todas una a una, incluso las leyes de la guerra («No teman al enemigo, israelitas, pues cuentan con el Señor, su Dios»). No nos caben aquí, pero me atreveré a resumirlas en tres leyes conocidas. La ley de la ventaja, que no hace falta explicar. La ley del Talión, ya presente en el código babilónico de Hammurabi, y que Israel rebasa ampliamente por voluntad de Yahvé. Y la ley del silencio, común en sociedades mafiosas y que explica el silencio del mundo ante décadas de atrocidades. Que la UE, y EEUU, estudien el Pentateuco. Ahí está lo difícil.