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Luchar contra la Iglesia católica racionalmente es perder la batalla de antemano. Como dice de sí misma, la Iglesia es Santa y Pecadora. Por tanto, siempre gana. Lo que hace bien, que es mucho, se deriva de su carácter santo. Es la divinidad que por su medio actúa en las cosas admirables que hace la Iglesia. El mal que hace, ella o sus ministros y fieles, se deriva de su carácter pecador. La cosa debe tener su enjundia ya que con esta doctrina ha cumplido más de dos mil años y tiene gran presencia mediática y social, amén de contar con millones de fieles practicantes en el mundo, más otros millones que sin serlo se sienten vinculados -un poco a su manera- al magisterio de la Iglesia.

Una de las contrapartidas a ser el instrumento de la religión única verdadera y de ser el instrumento de Dios para actuar en este mundo es que debe dar ejemplo, por muy pecadora que sea. Lo hace en muchas ocasiones y lo ha hecho históricamente. Recordaba no hace muchos días la gran labor social realizada en Mallorca por órdenes masculinas y, sobre todo, femeninas en la sanidad, la educación… sin abandonar su labor fundamental, predicar la palabra de Dios, hacer presente a Jesucristo en la Eucaristía, llevar -al menos un poco- a la realidad de este mundo el sermón de las Bienaventuranzas… Cuando la Iglesia, institución hipervigilada en sus debilidades, se desvía de lo que predica o, simplemente, de la norma que los demás debemos cumplir es víctima de ataques muy superiores a los que se dirigen contra personas e instituciones que comenten idéntica falta. Y ello deben recordarlo los dirigentes de la Iglesia, también los de la Iglesia en Mallorca, que no de Mallorca, pues la Iglesia católica, como el adjetivo indica, es universal.

La condición de católicos practicantes, también pecadores aunque no santos, no debería impedirnos ser críticos con la jerarquía cuando se aparta del comportamiento correcto. Por gentileza de Ultima Hora ya le dediqué algún artículo al obispo Taltavull tras unas declaraciones suyas en que, so capa de defender a Junípero Serra, don Sebastián desacreditó a los militares que acompañaban al franciscano mucho más que condenar los ataques a las estatuas de éste ('Taltavull se fue a la guerra', 14 de agosto 2020). El mismo obispo que se coló en la vacunación contra la COVID y luego argumentó que lo había hecho para dar ejemplo, lo que no se entiende si se tiene en cuenta que no lo anunció él, sino que fue cazado por unos periodistas. Además y bajo su mandato la Iglesia católica en Mallorca, del dinero que los fieles le aportamos, dio una paguita a un sacerdote condenado por pederastia y que cumplía condena. Hechos que constituyen auténticas cruces para los católicos. Es el mismo obispo que, a mi juicio, cae cada dos por tres en lo políticamente correcto sin reflexionar mucho en el magisterio de la Iglesia, el derecho canónico, la tradición católica y hasta lo que sería prudente.

El último pecadillo de la Iglesia católica en Mallorca ha sido comercializar, sin cumplir las normas vigentes para usted y para mi, plazas turísticas en el Santuario de Lluc. Y encima el colaborador de don Sebastián, en lugar de pedir perdón o reconocer el error, realiza unas penosas declaraciones diciendo que no quieren privilegios pero sí que se legalice esta actuación, cosa imposible y contradictoria en sus propios términos. Si a vd. se le ocurre hacer lo mismo con una segunda vivienda suya y es descubierto le aseguro que se le cae el pelo. Argumenta el prelado que hay Comunidades Autónomas donde las hospederías tienen una ley y régimen específico, con lo cual agrava la situación, pues resulta obvio que los poderes públicos de esta Comunidad Autónoma han optado -legítimamente- por lo contrario. Estas declaraciones del prelado agravan la infracción, entre otras cosas, porque se puede entender que conocía la normativa aplicable. Por si fuera poco resulta que las hospederías de otros santuarios que gestionan empresas y no la Santa Madre Iglesia, sí cumplían la normativa. Todo un desaguisado que recomendaría, como mínimo, un mea culpa y un poco de silencio a los colaboradores del obispo que es el máximo responsable de éste y otros asuntillos.

A pesar de estas cruces que nos imponen los jerarcas de la Iglesia católica en Mallorca, no deje de señalar la crucecita en su declaración del IRPF. En primer lugar porque desde dentro de esa Iglesia pecadora siempre habrá voces que le recordarán, en el momento que vd. lo necesite, que fuimos creados por Dios, que su hijo sufrió como humano para que todo el género humano -no sólo los judíos- pudieran tener vida eterna y porque algunas de esas voces, generalmente de forma callada, intentan llevar a este valle de lágrimas lo que se nos dijo hace casi dos mil años en una montaña de Oriente Próximo: bienaventurados los pobres…