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Unas terribles riadas asolaron Barcelona el 25 de septiembre de 1962. La mayor catástrofe hidrológica acaecida jamás en España: 815 muertos, 2.650 millones de pesetas en pérdidas. El luto y el dolor cayeron sobre Catalunya. El dictador Franco –por aquel entonces aún en plena forma– no lo dudó un instante: visita relámpago a la provincia barcelonesa y anuncio de toda clase de medidas paliativas para los damnificados. Mi buen padre, que cada mañana leía el periódico en su rebotica, sentado en un sillón sin respaldo que todavía conservo, dobló las páginas del diario y formuló en voz alta una duda: «Mem si aquesta vegada els se farà seus, en Franco, als catalans». Fue que no, claro, pero la frase se me quedó grabada en mi memoria de adolescente curioso y casi por completo desinformado de lo que ocurría en el país.

Si Franco intentó ‘comprar’ el afecto de los catalanes con rápidas ayudas paliativas de aquel desastre, Sánchez, 62 años después, está intentando algo parecido con su nuevo invento de la ‘financiación singular’ que, como su propio nombre indica, sería de carácter exclusivo para Catalunya. Ha sido anunciarlo y ya se le ha revuelto el patio autonómico de mala manera. En Balears el vicepresidente Costa lo ha advertido: el Govern no está por la labor y lo que reclama es una conferencia de presidentes de la que surja un sistema de financiación más justo e igualitario. También mi querido doctor Munar, que siempre está a la que salta, increpó por escrito a la vicepresidenta Montero por bendecir las palmas y ramos de esta nueva iniciativa. Claro que a don Pedro –como a don Paco– la revuelta de los presidentes le importa una higa, especialmente si son del PP, y no digamos las opiniones que podamos expandir los opinadores provinciales.

Incluso Puigdemont, la madre de todos los corderos, advirtió a Sánchez de que ese no es el camino para que Salvador Illa sea finalmente salvado e investido presidente de la Generalitat. Una jugada de farol, claro, pero claramente indiciaria de que al marido de doña Begoña le puede pasar lo mismo que al de doña Carmen: que la millonada para comprar el favor de Catalunya no le sirva, al final, para gran cosa, aunque esto a don Pedro tampoco le pondría de los nervios porque el dinero no lo pone él, sino todos nosotros.

Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, en el momento supremo –30 de junio– de retratarse ante Hacienda. Por cierto: ¿Y qué dirá el PI?