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La debilidad del Gobierno es un hecho. Ya van más de 20 fracasos en distintas votaciones en el Congreso de los Diputados. Es obvio que la situación de paralización que se vive en Cataluña tiene mucho que ver. El problema es que hay leyes importantes, la más los Presupuestos Generales del Estado para 2025, que tendrían que presentarse según la Constitución a finales de septiembre. La situación es tal para que Pedro Sánchez mantenga en pie el Gobierno, que cada decreto, ley o proposición tiene que ser negociada con todos los grupos que le apoyan.

Es cierto que estamos viviendo situaciones sorprendentes e inéditas en nuestra democracia. Sin embargo, que los socios de gobierno e investidura en la práctica dicten las normas que se pueden aprobar o no antes de que las aprueben los ministros, para mi desde luego es una novedad. Es como tener un Consejo de Ministros de decenas de miembros, en el que cada uno de ellos dirija más ostensible si cabe la política española. Además, la debilidad de Pedro Sánchez es tan obvia que los independentistas, nacionalistas, filoetarras y comunistas están aprovechando la situación para plantear medidas absolutamente enloquecidas.

En un momento, además, en el que el Gobierno, como le han dicho la AIReF o el Banco de España, la austeridad en el gasto debería ser la máxima. Es cierto que, de momento, la Comisión Europea nos ha librado del procedimiento de déficit excesivo a pesar de no cumplir con el 3% de déficit, pero puede cambiar y este año se exigirá un mayor rigor. Difícilmente se podrá cumplir si se suman más funcionarios, se aumentan las trabas laborales a las empresas llevándolas al desastre, se le da a Cataluña dinero a espuertas, lo que aumenta la deuda, que después es déficit. Nos podrán freír a impuestos, y ya van 3 años de recaudación récord, pero el crecimiento será paupérrimo y ni las exportaciones nos salvarán. Un momento comprometido, que tiene una primera etapa en agosto y una segunda en otoño. Las dos con salida y llegada en Cataluña.