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Mi relación con la vela empezó en 1979, después de recorrer las tiendas náuticas de Palma (entonces casi no había), nos decidimos por un velero de 7 metros y lo pudimos amarrar en el Cala Nova. Así empezó nuestra historia con el viento y por el Mediterráneo. Mi maridaje con el viento ha sido también una lección de vida, por tener que adaptarme a grandes tormentas, calmas extensas, como en la vida, pero siempre disfrutando, encontrando banderas mallorquinas por todas partes, producto de la vocación marinera, de nuestro pueblo.

El viento, el tiempo, te enseña muchas lecciones de vida, desde buscar acomodo a resguardo de sa Foradada, a llegar con calma chicha a Villasimius después de una gran tormenta entre Sicilia y Cerdeña.

Si una cosa he aprendido por navegar es predecir el mal tiempo (no siempre), ha sido saber prepararme para las dificultades, para ese mal tiempo que a veces aparece en nuestro Mediterráneo cuando menos te lo esperas, por lo que siempre, aunque lleves la ‘caña’ de la embarcación, tienes que estar con los ojos mirando no solo a proa, sino también a babor, estribor y popa –porque nunca sabes por dónde vendrán los problemas–, sabiendo emplear las nuevas tecnologías y siempre antes de zarpar hacia singladuras que nunca has estado es necesario ir preparado, consultando a los que más saben de estos lugares ignotos para nosotros pero deseados para nuestro futuro, como en la vida.
La similitud de una larga singladura es parecida a la larga vida, a nuestra larga (espero) aventura que es la vida, como quien acepta su destino para poder llegar a Ítaca, con la mochila llena, con una sonrisa y con la satisfacción, con la felicidad de haber cumplido con la familia, los tuyos y tu país. Saber disfrutar de las pequeñas cosas, no tiene precio, desde la sonrisa de un niño a los ojos enamorados de una moza y tantas cosas que nos ocurren en la vida y que gracias a las calmas tenemos tiempo de saborear y disfrutar. Comparando el navegar con nuestra historia reciente, sus éxitos, sus carencias e incluso sus soluciones, que tan solo vienen primero ajustando velas y después si es necesario reduciéndolas.

Son decisiones que, aunque el timonel es el primero en tomarlas, si el equipo de la embarcación (toda la sociedad) no responde coordinado no hay solución adecuada.

Ahora, cuando empezamos a visualizar la tormenta y estamos a tiempo de tomar las mejores soluciones es cuando cada tripulante (sector hotelero, comercio, sector primario, etc.) si no toma coordinado las soluciones adecuadas, la tormenta podrá desarbolar el barco, cosa que nadie quiere, por ello hay que ser menos egoístas y decidir lo que nos hace falta y no todo lo que quisiéramos tener como, por ejemplo, poner el freno al exceso de población que va in crescendo y que es incluso solicitado por algunos sectores más egoístas porque solo miran el interés de su sector y no el de toda la sociedad.

¿Hasta cuándo podremos resistir?

Para ello se hace imprescindible que la Administración central se implique y apoye con las medidas necesarias, no solo en lo económico sino con aquellas leyes que nos permitan controlar nuestro futuro, para poder seguir navegando con seguridad hacia un buen puerto, en buena convivencia en esta sociedad plurilingüe en la que ya nos hemos convertido.

Buenas navegadas por la vida y que todos lleguemos a Ítaca felices.