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Hay en España una creciente inquietud porque a menudo los artículos periodísticos sobre delitos omiten la nacionalidad del agresor, quizá con la intención de evitar odios o que alguien se tome la justicia por su mano. Acabamos de ver en el Reino Unido lo que ha pasado por proteger la identidad del menor que mató a tres niñas, que los interesados en manipular a las masas han filtrado datos falsos y la han armado bien gorda. Cuando uno estudia periodismo sabe que su herramienta de trabajo es la verdad, los datos, sin apasionamientos. Esta semana un pescador senegalés afincado en el Port d’Andratx ha violado a una joven turista que estaba borracha. Unos días antes otro compatriota suyo hizo lo mismo con otra chica que se quedó dormida en la playa. Se ve que para estos un bulto con formas femeninas es carne de cañón. Los comentarios a la noticia, verdadera medida de lo que piensan los ciudadanos, exigen que se publique siempre quiénes son estos maleantes. Para eso están las estadísticas. No es difícil buscarlas, pero para evitarles la molestia, aquí van los datos reales.

En España viven 1,2 millones de africanos (incluye el Magreb). El 3 % de ellos han cometido algún delito aquí. De los 2.100.000 ciudadanos de la UE, el 1,2 % ha delinquido. De los tres millones y medio de americanos, delinquió el 1 %. Lo hizo también el 0,8 % de los españoles y el 0,7 % de los asiáticos. Es decir, los africanos son tres veces más peligrosos que el resto. A sus manos sucedieron el 11,5 % de todos los homicidios y el 8 % de los delitos sexuales. Para consuelo de los políticamente correctos, el 74 % de todos los delitos los cometieron españoles; así como el 73 % de los homicidios y el 70 % de las agresiones sexuales.