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El 7 de agosto de 1936 la costa de Formentera amaneció con dos destructores republicanos preparados para disparar. Una expedición de milicias catalanas y valencianas exigía la rendición incondicional a la máxima autoridad militar, un simple teniente. Acordaron un encuentro en el puerto de La Savina y se produjo una situación surrealista: los emisarios de cada bando eran hermanos y se fundieron en un abrazo. La isla, el último paraíso, fue ocupada sin violencia. Sin embargo, aquellos dos hermanos que representaban la confraternización de las dos Españas sufrirían después una doble represión, una por cada bando.

Como explica el investigador José Miguel L. Romero, cuando sobrevino el golpe militar, el teniente Miquel Tuells Riquer servía en Ibiza, tenía 39 años, estaba casado y esperaba su segundo hijo. Como era masón, sus superiores no se fiaban de él, pero sabían que era disciplinado, así que le encargaron custodiar a los izquierdistas detenidos en Formentera. Por eso era el principal mando allí cuando llegó la expedición republicana. Según varias fuentes, estuvieron a punto de fusilarlo para dar ejemplo, pero al final se limitaron a encerrarlo unos días en Ibiza. En cambio, un sargento, un cura y un cartero de Formentera serían ejecutados sin juicio previo y arrojados al mar. Según el historiador Artur Parron, los republicanos detuvieron además a 50 personas y saquearon las iglesias.

Todo cambió un mes y medio después. El 20 de septiembre una expedición de golpistas mallorquines liderados por el fascista italiano Conde Rossi reconquistó las Pitiusas y al primero que fusilaron fue al teniente Tuells. Había tenido la oportunidad de huir, pero se quedó porque confiaba en su inocencia y porque su mujer estaba embarazada. Bastó que alguien le acusara de ayudar a los milicianos para que la guardia pretoriana del italiano ejecutara la orden y arrojara su cuerpo a un vertedero. Después asesinaron a 12 personas más en Formentera.

Mientras, su hermano Guillem Tuells, aquel que acompañaba a las milicias y le abrazó en Formentera, era encerrado en una checa de la Valencia republicana acusado de ayudar a franquistas escondidos. El fin de la guerra le salvó la vida, pero la dictadura también lo condenó a 20 años por haber ayudado antes a los ‘rojos’ en Ibiza y Formentera. El historiador Llorenç Capellà le entrevistó en 1986 mientras ejercía todavía de abogado en Ibiza y Guillem le comentó con sorna: «¿No le parece una historia bien divertida la mía?».

Uno de los hijos del Miquel Tuells elegiría la carrera militar y llegó a teniente coronel durante la dictadura. En 2006 colocaron una placa a su memoria en la calle Ramon Muntaner de Ibiza. En el homenaje, su nieta Ana Tuells afirmó: «Estoy tan orgullosa de mi abuelo, militar asesinado, leal a la bandera tricolor, como de mi padre, también militar y, naturalmente años más tarde, leal a la bicolor. Ambos fueron leales, íntegros y defendieron sus ideales. Los asesinos no tienen bandera. (…) Ojalá conservar la memoria sirva para que no se repitan estos actos de barbarie que dividieron a tantas familias».