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Cuando los turistas somos nosotros no nos importa si las terrazas de los lugares que visitamos están repletas. Tampoco nos molesta hacer cola en un restaurante y tampoco en un cajero automático. Cuando los turistas somos nosotros nos encanta que Regent Street o la Quinta Avenida estén repletas de gente porque creemos que eso forma parte del paisaje de los lugares que visitamos.

Tampoco nos importa que al alquilar un Airbnb –porque son más baratos que los hoteles–, se disparen los precios de las viviendas para los residentes. Cuando los turistas somos nosotros solo nos preocupa conseguir un billete de avión (barato, si es posible) y alojamiento. No nos preocupa cómo vive la gente nativa de los lugares que visitamos, ni lo que cobran y si pueden disfrutar de las terrazas cuando tienen días de descanso. Tampoco nos importa si tienen agua en sus casas o si las carreteras están colapsadas. Ni siquiera si la sanidad está saturada.

Todas estas cuestiones deberían tenerlas en cuenta aquellos que pintan las paredes en Palma con lemas como ‘Tourist go home’ o los que bloquean el aeropuerto o aquellos que se dedican a ensuciar paredes de las mansiones de famosos. No conviene quitar el foco del auténtico problema de la masificación turística: los datos demuestran que cada día hay más vuelos hacia Balears para que AENA, la entidad que gestiona los aeropuertos españoles, pueda batir récord de ingresos año tras año. Eso lo debería saber Iago Negueruela y sus compañeros de partido cada vez que cogen una pancarta para protestar contra la masificación. Porque no he escuchado ni una sola declaración del portavoz del PSOE pidiendo que AENA rebaje el número de vuelos. Mientras haya tanta oferta de vuelos y se mantengan los pisos turísticos ilegales que operan en Balears a través de los portales de comercialización, nada cambiará. Y de eso no tiene la culpa Marga Prohens, por cierto.

Cuando alguien tenga la tentación de culpar a los visitantes de la masificación turística es un buen ejercicio recordar que nosotros también somos turistas. Y que no nos gustaría nada ver pancartas insultando a los turistas.