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El dato loco sobre vivienda de esta semana, porque hay una cifra loquísima inmobiliaria cada tres por cuatro, ha sido el de que, en Palma, se pelean noventa personas por cada habitación que se anuncia para alquilar. El verbo pelear tuvo éxito y se repitió donde tuvo eco la estadística. Se imagina cualquiera a un montón de gente dándose mamporros por el pasillo para intentar alcanzar un cuarto. Casi trepando por encima de las cabezas del resto y pisoteando los cuerpos de los vencidos con el casero intentando poner orden. El dramatismo de la crisis de vivienda convertido en una de zombies. Lo que escama es que buena parte de los datos catastróficos provengan de unas pocas páginas web que son las que viven de los anuncios de viviendas. Sin negar el drama de la situación, convendría revisar el papel de estos portales en el mismo. Quizá sean de los que arrojan gasolina al incendio mientras gritan ¡fuego! Recuerden como se buscaba piso o habitación antes de que aparecieran. Anuncios por palabras en el periódico, boca a boca o teléfonos colgados de los balcones. El vendedor y el comprador se hacían una idea del precio poco a poco. Basta una búsqueda ahora y se ve lo que se pide por cada inmueble, nunca por lo que se cierra el trato.

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Así resulta sencillo intentar conseguir un poco más que el de al lado. Como un acelerador de precios. Como solo son uno o dos escaparates, se puede deducir que están decorados o ordenados como quiere el dueño de la tienda. Y a este le interesa la fiebre en el sector. A más actividad, más gana. A más alarma, más movimiento. Al igual que nadie se fiaría del relato del incendio hecho por el pirómano, convendría no sacar conclusiones de otras historias interesadas. Quizá sería lo suyo que algún organismo encargado de vigilar la competencia le pegara un vistazo a estos portales. Aunque sea por comprobar que son parte del problema.