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Llevamos unos años escuchando día sí día también a las patronales de la hostelería, la restauración y otros sectores profesionales llorando por las esquinas porque no consiguen completar las plantillas. Y cada día que pasa nuevos trabajadores llegan a las Islas desde todos los rincones del mundo con la certeza de que aquí van a encontrar un medio de vida. Sin embargo, mientras las autoridades hacen balance de la temporada turística y presumen de que Balears ha alcanzado la utopía (en España) del pleno empleo, las oficinas del paro registran a más de 28.000 personas en pleno agosto en busca de colocación. Pensemos que allí solo se apuntan quienes desean encontrar trabajo de forma activa. Fuera de las cifras oficiales están los que ni les interesa ni se mueven por diversos motivos: adicciones, enfermedad mental grave o lo que sea. Se da entonces la paradoja de que mientras las ofertas se multiplican y la demanda es también elevada, persiste una enorme bolsa de gente en paro. Usualmente, se ha alcanzado el pleno empleo con un cuatro por ciento de desempleados, que es gente, digamos, inempleable. Quizá en julio nos acerquemos a ese nivel, pero ¿la media anual? Andará por el 11 por ciento, un despropósito que solo ocurre en España. En apenas unas semanas llegarán al paro decenas de miles cuyos contratos se suspenden con el fin de la temporada turística. Mirar estadísticas es árido y analizarlas y tratar de sacar conclusiones, un auténtico martirio. Pero a eso deberían aplicarse los que mandan, y a buscar soluciones a problemas que no se evaporan por mucho que les cambiemos el nombre o les pongamos un barniz. Aquí no hay pleno empleo. Y sí miles de familias en la estacada.