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En ocasiones no la vemos y por tanto no la disfrutamos. Definir la belleza sería la primera cuestión. Ardua tarea. Puede parecer una abstracción, pero para mí no lo es. En filosofía, Platón habla de una idea que enseña un mundo sensible. Otros optan por las cursiladas, como que la belleza está en el interior. Las vemos en los libros de autoayuda tan utilizados en el momento actual. Es un modelo estético para muchos. La representación de un modelo social para otros y así sucesivamente. Dicen algunos paleontólogos que nuestros antepasados neardentales evolucionaron a sapiens porque su mente descubrió la simbología. Respeto a todos, pero en mi caso aprendí a disfrutar la belleza, después de un largo proceso de desaprender. Descubrí que la impregnación cultural, religiosa, étnica u otras me impedían profundizar en lo esencial. Todo nos lo enseñan con el propósito de domesticarnos. Así nos va. Pasamos de una mente holística a una algorítmica. En la primera aún subsistía el espíritu crítico, ahora ya pretenden controlarnos de manera absoluta. Nos exigen sumisión. Nos han anulado y castrado todo lo trascendente. Nos quieren simples, estúpidos, vacuos. Por esto estamos en la época de los perros. Son los reyes de nuestro mundo. Recogemos sus mierdas porque ellos nos veneran, son sumisos, no nos contradicen, simplemente nos adoran.

La belleza está en todos los destellos de vida, en todas las formas inteligibles. Hay que descubrirlos. Todo es bello. La belleza es enseñanza de valores supremos, es simple, humilde, transparente, efímera pero eterna. Cambia como un caleidoscopio cada segundo de nuestra existencia. Es como una cascada de sensaciones que podemos modular. En definitiva, es una forma de vida. La disfruto de forma radical durante toda mi vida. Me discrimina en milisegundos lo esencial de lo superfluo. Para ello es menester además de desaprender, sintonizar. Nos sintonizan otros y confunden. Cierto que las vicisitudes de la vida en ocasiones nos lo ponen difícil. Pero aquí radica nuestra opción de dirigir nuestra propia mente. Igual que en la magistral película de Benigni, en plena guerra, un padre inventó una fábula para que su hijo no supiera los horrores de la guerra, convirtiendo un bombardeo en un juego infantil, a través de modificar la simbología. Nosotros podemos crear nuestra propia fábula y descubrir que la belleza está en todas partes. Sólo se necesita perseguirla, inventarla, disfrutarla. Seleccionar nuestra propia sintonía. Desde el momento que aceptamos que la belleza es una abstracción. Nosotros podemos interpretarla y gozarla. Esto explica porque siempre acabo mis reflexiones sugiriendo no olvidar, que la vida es bella.