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El conductor de un porsche con matrícula alemana estaciona en el aparcamiento reservado al alcalde de la ciudad. Los policías municipales lo ven y ni se inmutan. No le cae ni un levantamiento de cejas. Hay que ser alemán y rico para que la ciudad de Palma muestre su lado tolerante. El Willkommen a los teutones no es nuevo en Mallorca. Anda en el código genético de la generación boomer porque sus padres se lucraron montando negocios para atender a los rubicundos de la Europa del Norte. Como también hicieron con los de Albión.

Un aeropuerto mallorquín con más conexiones a estados alemanes que a ciudades españolas legitima el convertirnos en ciudadanos de segunda en nuestro campo de juego. ¿Has escrito nuestro? Corrige Alexa. Aquí no hay más nuestro que el suyo. Paséate por Strasser Llevant y pide precios. No te libras de 300.000 euros tirando por lo bajo. Menos mal que algunos sensibles agentes inmobiliarios extranjeros se han percatado del problema de la vivienda que sufren los del común, y anuncian futuras promociones de viviendas de alquiler de lujo. ¡Qué alivio! Nou Llevant, el ejemplar.

Este verano he visto cobijarse bajo los soportales vecinos a una persona encapuchada que dormía en la calle. Una mañana la vi, era una mujer, se lavaba los dientes con el agua de una garrafa. Guardaba la poca ropa que tenía en una antigua garita del cuartel. No es la primera ni será la última vez que veo a personas sin casa, durmiendo en la calle. Sí es la primera vez que los veo a dos metros de mi portal. Se me quedó el cuerpo mal. No por miedo. Por tristeza.

Leo que en Can Alonso, el edificio del arquitecto Monravà, que durante años estuvo abandonado a su suerte para sonrojo de la ciudad, y que es desde hace años un casal municipal, dormían ocho personas. Los vecinos alertados llamaron para el desalojo. Empiezan los nuevos talleres y los pobres molestan. Ya no hay rastro de los colchones. A buscarse otra techumbre que no sea el raso.

O en esa caravana desvencijada que la vas haciendo hogar, colocando tus pocos enseres en espacio reducido. Ovillándote a los sueños perdidos, al descalabro de la vida que te he dejado como un náufrago. Las casas con ruedas se están apilando en algunas zonas de la ciudad, en los pueblos, a las afueras. Si no se pone remedio y se cumple a rajatabla la reciente ley de la vivienda que, sobre el papel, garantiza el derecho fundamental de toda persona de contar con un lugar donde vivir, vamos a ver llorar a las estrellas.

Y si de agua va, qué ocurre con tanta fuga. Resulta incomprensible que sigan sin resolverse estas pérdidas de agua por las tuberías cuando la sequía y las restricciones asoman la nariz. Este verano en la isla algunos municipios han tenido que cortar el grifo. No me imagino al dueño del porsche, ese que aparca donde Jaime Martínez, desnudo bajo una alcachofa de la que va cayendo el agua como en un gotero hospitalario. A él no le pasará. Tiene techo de lujo.