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Siempre ha estado de moda posicionarse del lado de los palestinos porque los israelíes parecen chulos y prepotentes, como los estadounidenses o los británicos. En ese juego infantil de defender a unos y condenar a otros sin matices, muchos tiran de tópicos, incluso de leyendas urbanas, para proclamar a voz en grito toda clase de sandeces. Parece que nuestro presidente del Gobierno ha caído también en esa trampa para caer bien a base de decir lo que muchos quieren oír. Tengo mi teoría al respecto, pero seguramente sea una conspiranoia. El caso es que Pedro Sánchez exige «no callar ni un minuto más ante la masacre de Israel en Oriente Próximo». Imagino que se refiere a las miles de víctimas civiles de la guerra contra Hamás y, ahora, de la que libra el Estado hebreo contra Hizbolá. Porque el hecho de que el país vecino mantenga toda una frontera forrada de lanzamisiles apuntando a tu casa -se estima que son sesenta mil lanzaderas y cerca de doscientos mil proyectiles- debe parecerle de lo más normal. Y que esa amenaza emane no del Ejército regular de la nación, sino de un grupo terrorista, también es algo que merece pasarse por alto. No quiero imaginar dónde nos esconderíamos si algo así ocurriera en España. Que Portugal, Francia o Marruecos acogiera a bandas de asesinos y violadores que desean imponer una dictadura terrorífica adicta al integrismo musulmán, les brindaran territorios para montar su armamento y permitieran que disparasen alegremente mañana, tarde y noche a ver quién cae. El populismo y la demagogia están muy bien, al final son inofensivos. Hasta que dejan de serlo. La información está ahí, no hace falta que nos cuenten cuentos. Otro día les hablo de mi teoría al respecto.