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El 4 de septiembre de 1954 el vuelo comercial 513 de Santiago Airlines despegó de Alemania con destino a Porto Alegre, en Brasil. Cuando cruzaba el océano Atlántico desapareció misteriosamente y nunca más se halló ni rastro de él, a pesar de que los equipos de emergencia buscaron durante días algún rastro de lo ocurrido. Pero a los humanos nos pirra una teoría conspiratoria, como la de que Elvis Presley está vivo y sigue martirizando a la santa de Priscilla en su mansión de Graceland. Así que en 1989 surgió una teoría alocada sobre el vuelo 513. Según algunos medios de la época, ligeramente amarillistas, el avión llegó por fin en ese año al aeropuerto de Porto Alegre, con un ligero retraso de 35 años. Y todos los pasajeros, incluido el piloto Miguel Víctor Cury, estaban muertos, más tiesos que la mojama. La historia, que no deja de ser genial, la podemos trasladar a Mallorca. Imaginemos que aquí se esfuma un pasaje entero y años después el aparato regresa. El problema es que el precio de la vida en la Isla se ha puesto por las nubes, nunca mejor dicho, y los pasajeros que han viajado en el tiempo se encuentran con la azafata que les ofrece «unas almendritas». Cuando van a pagar, ella actualiza los precios: «Son 1.975 euros de nada, caballero». Los que han solicitado una Coca-Cola no tienen más suerte: «La lata está de oferta, señora. Hoy solo cuesta 900 euritos». Por megafonía suena una voz: «Oferta irresistible: en la terminal pueden alquilar un coche desde 15.000 euros al día». Cuando llegan los rescatadores, el pasaje entero está muerto. Pero del susto, claro.