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A la izquierda balear le ha tocado el Gordo con la eclosión de este personaje cantinflesco llamado Gabriel Le Senne. Este hijo de director general del PP, que ha irrumpido en la política transformado en ultra de tomo y lomo, se ha convertido en un prototipo tan singular e inimitable que no dejará molde cuando abandone la política.

Imputado por delito de odio, con su obsesiva persecución de las imágenes de víctimas del franquismo, le está regalando moral y alas a la oposición. Su última imitación de Islero, el toro que corneó a Manolete, tuvo lugar el pasado martes, cuando expulsó a las dos miembros socialistas de la Mesa del Parlament porque lucían una camiseta con las imágenes de mártires defensoras de la legalidad republicana. Para Le Senne, preservar la memoria antifascista es ‘partidismo’. Tal esperpéntica teoría choca de lleno con la declaración universal de los Derechos Humanos, que en 1948 enterraron para siempre el sucio recuerdo de los enemigos de la libertad.

La hazañas de Le Senne no pasarían de ser una opereta de teatrillo de aldea si no fuese porque este figurón le está chafando a Marga Prohens su estrategia de viajar hacia el centro progresista y la moderación. Mientras le mantenga en su puesto con todo su ‘cariño’ político, el PP irá perdiendo apoyos electorales a marchas forzadas. Tendrá que presentarse a las elecciones de 2027 con las manos no ya vacías, sino llenas de impotencia, chirigota y cachondeo.

Mientras Le Senne continúe, por deseo del Consolat, agarrado a la presidencia del Parlament como un mascarón de proa, más erguido que el monumento al crucero ‘Baleares’, a Marga le servirá de poco remover las aguas interiores de Vox recabando apoyos. Le está obsequiando un chollo impagable a la izquierda. Un regalo electoral que puede determinar, cuando llegue el día, su viaje a la oposición.