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La DANA que ha asolado Valencia ha marcado un antes y un después. Más de 200 muertes, vidas destrozadas, viviendas arrasadas, negocios arruinados... Todo ello ha provocado una sensación de miedo, e incluso, pánico en gran parte de la sociedad española.

Estos sentimientos han llegado hasta los niños. «Mami, ¿se va a inundar nuestra casa?», me preguntó mi hija de ocho años esta semana cuando se enteró de que el martes y el miércoles Mallorca se vería afectada por el radio de acción de una DANA. En el cole, los padres comentábamos la posibilidad de que se cancelasen las clases si el nivel de alertas por lluvias fuertes pasaba a roja. Afortunadamente, no fue necesario.

El tema de conversación más repetido estos días son las gotas frías y sus efectos devastadores en algunas zonas del territorio español. Aunque no es comprable a lo sucedido en Valencia, Málaga también vivió el pasado miércoles una jornada muy complicada: las imágenes de las inundaciones eran impresionantes y unas 3.000 personas tuvieron que ser evacuadas.

Sin lugar a dudas, algo hemos aprendido todos de los graves errores que se cometieron en Valencia. Los avisos de la Aemet ya no se toman a broma, al menos no tanto como antes de las inundaciones de Valencia. Ahora, los ciudadanos siguen con atención las recomendaciones de las autoridades; lo que está evitando muchas incidencias.

Sin embargo, es muy importante mantener la calma y no caer en el pánico. El cambio climático está motivando que haya más episodios de lluvias torrenciales y que estos sean más virulentos. En mi opinión, el miedo –que es lógico– se debe combatir con formación. Igual que hay países en los que se enseña a los ciudadanos cómo actuar ante terremotos o tsunamis, en España nos deben formar para hacer frente a las inundaciones.