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Del pseudocongreso de autoproclamación al amado líder podríamos hablar de la última ocurrencia de Sánchez queriendo convertir a la Administración Pública en Promotora Inmobiliaria Pública para acabar con el problema de la vivienda en nuestro país, como si no estuvieran gobernando ellos desde hace seis años. O podríamos hablar de la imagen trasnochada con olor a naftalina de una ejecutiva socialista puño en alto cantando La Internacional, un himno del siglo XIX contra el Estado opresor.

Sin embargo, prefiero dedicar esta columna al peligroso discurso de Zapatero en el cónclave socialista donde dijo literalmente «tuvieron que pasar 600 años en este país para que las mujeres pudieran acceder a la Educación. Hemos rectificado la historia y el destino de las mujeres». Es que estoy harta de la turra socialista. Permítanme el desahogo. Luego se molestan cuando les llaman el partido de los bulos. Pero es que es verdad. Les recuerdo que las mujeres pudieron acceder a las universidades públicas en 1910 cuando gobernaba Canalejas del Partido Liberal y Emilia Pardo Bazán era la consejera de Instrucción Pública.

Por mucho que la izquierda intente apropiarse siempre de la bandera del feminismo, la realidad es que desde hace más de dos siglos feminismo y liberalismo han caminado de la mano en la lucha por garantizar que los derechos y libertades de todos los ciudadanos sean los mismos ante las pulsiones reaccionarias de todo pelaje. Se creen que todos los derechos y libertades nacieron por primera vez en 1982 cuando el PSOE llegó al Gobierno de España. Pues miren, no. Y eso es muy peligroso. Construyen muros mentales desde el sectarismo más profundo alimentando mantras y relatos a golpe de demagogia, dogmatismo y fundamentalismo. Repiten una y otra vez como una verdad ideológica absoluta hasta hacerlo creíble entre la opinión pública. Esa misma izquierda que crea marcos mentales, como con el concepto de ‘progreso’. Como si el progresismo fuera una ideología política. Y así con todo.

Si tuviera que enumerar a cuatro mujeres inspiradoras y referentes, lo tendría muy claro. Simone Veil, política francesa que fue nombrada primera presidenta del Parlamento Europeo en 1979. Clara Campoamor, abogada, liberal y pionera del voto femenino en España en 1931. Virginia Woolf, escritora universal que defendió la independencia intelectual y económica de la mujer a principios del siglo XX. Y Concepción Arenal, gallega, escritora, periodista, abogada sin título, que luchó en pleno siglo XIX por el acceso de la mujer a la educación y a la universidad.

Y en honor a su esfuerzo, a su valentía, a su lucha por los derechos y por la igualdad de la mujer, me niego a que el PSOE una y otra vez se apropie de estos logros y reescriban la historia. Y les voy a decir más, no hay nada menos progresista que esta gente que hace años abandonó la lucha de clases por un discurso identitario. No hay nada menos progresista, ni nada más liberticida, que el dogmatismo que imponen. No hay nada menos progresista que la manipulación del pasado, para controlar el presente y el futuro. Y con esto no se vayan a pensar que quiero copiar a Arturo Pérez Reverte con su acertado tuit. Hace ya más de un año cité a Orwell y su mítica frase «quien controla el presente controla el pasado. Y quien controla el pasado controlará el futuro» para explicar lo que estaba pasando en nuestro país y lo que estaba aún por llegar. Orwell no se equivocó.