El problema de los talismanes, amuletos y objetos rituales de la buena fortuna, así como los que ahuyentan malos espíritus, realizan diversos conjuros y sirven para la protección personal, es que se pierden mucho, y los pongas donde los pongas, incluso si los llevas siempre encima en forma de colgante o en un pequeño bolsillito ex profeso, más pronto o más tarde se extravían. Ya no están donde tendrían que estar, han desaparecido y prueba de ello es la cantidad extraordinaria de este tipo de objetos, desde luego muy simbólicos, que encuentran los arqueólogos a poco que se pongan a rascar en cualquier terreno. Si hay restos de alguna civilización, habrá talismanes, objetos mágicos y amuletos, todos muy simbólicos y cargados de signos indescifrables, pero que ya no están con su dueño, al que debían proteger y dar suerte. Se perdieron, dejaron de funcionar. Esta tendencia al extravío hace que muchos escépticos no se fíen, ya que si el talismán no pudo preservarse a sí mismo, cómo iba a proteger a nadie de espíritus malignos, ni a otorgar fortuna en la batalla o en el amor. En mi opinión, este juicio es demasiado severo porque una cosa no tiene que ver con la otra y un buen talismán puede ser efectivo y, a la vez, perderse mucho. También se pierden las gafas, las llaves, los audífonos, los encendedores, etc.
El talismán extraviado
Palma16/12/24 4:00
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1 comentario
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Ya lo creo que se pierden. Que se lo digan sino a Sauron, Isildur o Sméagol...