La plaza Major de Palma se ha llenado de puestos donde se venden los objetos propios de la Navidad. Carme y su familia nos ofrecen la delicia de una artesanía colorista que se convierte en arte. Sus pastores, vírgenes, ángeles y animales de fango regresan un año más para alegrarnos la vida. Las figuras de n’Andreu también tienen la magia y el misterio de los auténticos belenes mallorquines, eternos y sorprendentemente nuevos a la vez. Y los demonios de Cati: todo un ejército de demonios de mil colores y formas, que nos recuerdan las creencias de todos los pueblos de la isla, donde la figura del diablo, que baila y se burla de los mortales en tantas fiestas, es primordial. Me encanta comprar algún demonio para mi colección todos los años, porque los hábitos son una maravilla que marcan el ciclo del tiempo.
Llega la Navidad y las luces de las calles nos recuerdan a quienes se fueron, dejándonos el recuerdo de muchas Navidades felices, pero también a los que aún están junto a nosotros mejorando nuestro mundo. La gente compra regalos. Es mágico abrir la caja que alguien eligió para sorprendernos. Es mágico también volver a escuchar el Cant de la Sibil·la, tomar chocolate con ensaimadas en la noche fría, abrazarse a una manta y a quienes amamos, porque el tiempo se hace corto en cuestiones de amor.
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