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Actualmente conducir en Mallorca, y sobre todo aquí, en Madrid, en la almendra central, es una locura: multan por todo, no se puede aparcar y ahora les da por cortar constantemente las calles, por no hablar de que el vehículo tiene que ser eléctrico, biodegradable y dar beneficios a los gerifaltes de la agenda 2030. Lo woke y lo supuestamente sostenible, más la supuesta emergencia climática, va ahogando a la gente por todos lados: vemos que vamos de bruces a un mundo mucho peor y más plano que el que teníamos. Por mi parte, no tengo móvil ni carné de conducir, por eso, al no ir entretenido al volante, he tenido, desde los autobuses de medio mundo, suficiente tiempo para observar mil historias en los infinitos kilómetros que he hecho en autobús por las carreteras y pistas panamericanas en las que cualquier cosa te puede ocurrir. También he tenido alguna posibilidad, en mis muchos trayectos autobusinos, de ganarme un pasaporte gratis al transmundo: ruedas que han explotado, motores ardiendo; en El Salvador anterior a Bukele (trayecto San Salvador- San Miguel) hace unos años subió al bus un individuo con pistola y con desparpajo hace la habitual recolecta del día. Un autobús con parada en la plaza 5 de Mayo, junto al casco viejo panameño, lleva a las claras y a las anchas por el parabrisas el sobrenombre de su conductor, El Follador; y otro -aquí no se andan con eufemismos- El Terrorista (por cierto, Manuel Aguirre El Talibán es el nombre de un político que ejerce en la zona de Huaquillas, Ecuador). El acrónimo de una empresa de autobuses panameña es Cogetracosa (Compañía General del Transportes Cooperativos, o algo así). Hay casos en los que todavía se mantienen arcaísmos ya olvidados en España; por ejemplo, en la carretera que entra en el aeropuerto de Albrook ‘se prohíbe botar caliche o basura’, y en la estación de autobuses de David ‘se prohíbe a los vendedores ambulantes y de buhonería en los predios del terminal’ (da gusto leer, incluso cumplir, prohibiciones tan bien escritas). El lema de la Unión de Taxistas de Costa Rica es ‘conduzca a la defensiva’. Un autobús que hace el trayecto a Chiriquí Chico muestra la frase ‘Nada contra Dios’, sin embargo en el interior de uno de los autobuses que nos lleva de Portobelo a Colón un letrero advierte ‘Soy tu amigo pero por favor paga el pasaje’. Tomamos -que no cogemos- un autobús salvadoreño, sin duda delicado con el usuario: ‘En caso de maltratos llamen al teléfono X’. Hay países, como Honduras, en los que se rotula, en la parte trasera de algunos camiones y furgonetas que ‘reporte cómo manejo al teléfono X’. Nos detenemos en Colón, un camión que transporta bombonas de gas recuerda al transeúnte que está ‘prohibido fumar a menos de 17 m’, por lo visto a 18 m ya se puede encender el pitillo. Máxima grabada en un autobús de Puerto Barrios (Guatemala): T’u ardor es verme’. Y en un bus panameño leemos: ‘Soy veloz aunque te duela’. En un autobús urbano de México D.F. se leía: «¡Sonría al compañero de viaje! /¡Sea feliz! / Pague con moneda fraccionaria / No descienda de la unidad en movimiento / Trate con respeto al conductor, es su servidor».