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LA GUERRA entre PP y Vox en Baleares tiene un algo raro. A ver: si el PP es un monstruo catalanista, multiculturalista, sumiso dependiente de la izquierda y traidor a España al pactar con los enemigos de la unidad de destino en lo universal, ¿cómo se entiende que la extrema derecha siga asociada a la derecha democrática en ayuntamientos y el Consell? Y a la inversa: si los ultras son unos irresponsables que traicionan pactos, unos papagayos de su Madrid a los que no se puede confiar nada y que es mejor fiar la continuidad del Govern a la izquierda y no a ellos, ¿cómo puede ser que el PP no los expulse del Consell y consistorios donde cogestionan, les dé la espalda en las instituciones en las que depende de su voto y se busque también en ellas el apoyo progresista?

LA COHERENCIA no es un valor en política pero de ahí al espectáculo de incongruencia que nos ofrecen ambos partidos hay un océano. Todo tiene su origen en la disparatada estrategia que ha impuesto Santiago Abascal, cierto, así que no es una guerra autóctona. Con todo y con esto sigue chirriando un algo específico isleño. Como si ambas partes creyeran que les va la mar de bien la ruptura impuesta por el jefe nacional del movimiento ultra y estuvieran sobreactuando para consumo de su respectiva parroquia, hasta nueva orden.

PUEDE que de nuevo la cúpula española ultraderechista permita acercamientos y, como ocurrió tras la supuesta ruptura del mes de julio, el PP y Vox pacten de forma tácita otra vez en Baleares. O puede que no, en cuyo caso a Prohens no le quedarán abiertos muchos caminos. Sólo tendrá uno, de hecho: comprar los otros dos tránsfugas ultras que podrían estar en el mercado para asegurarse de esta forma los treinta votos que le darían la mayoría absoluta en el Parlamento. Es que no hay otra vía lógica. Porque si la fractura se consolida y los ultras de veras pretenden castigar al Govern no habrá manera de que aguante veintisiete meses, que son los que faltan para la convocatoria regular a urnas. Hay futuros posibles, probables, improbables e imposibles. Aguantar así es uno de estos últimos.