Cuando una acusación no consigue la condena de una persona no quiere decir necesariamente que los hechos objeto de la acusación no existieran, sino que no se ha probado la autoría del encausado. No se destruyó la presunción de inocencia.
También puede ocurrir que sea condenado quien no cometió delito alguno pero el juez o el jurado valoraron las pruebas de manera incriminatoria. En este caso, para la justicia, los hechos ocurrieron y se destruyó la presunción de inocencia.
Todos estamos sometidos a la interpretación del derecho que haga el juez al valorar las pruebas en el juicio oral. Viene a cuento esta reflexión porque en los casos de corrupción con entregas de dinero por en medio, sin soporte documental, es extremadamente difícil probar los hechos porque nadie anota los pagos ilegales en metálico que se hagan a funcionarios o políticos. Bueno, nadie no. Bárcenas, tesorero del PP anotaba meticulosamente todos los pagos. Así le fue.
¿Alguien puede imaginar que Koldo o Ábalos van a confesar algún día los pagos ilegales que recibieron o hicieron, (suponiendo que fueran autores) sabiendo que no hay pruebas ni las habrá?
Ahora bien, cabe preguntarse como es posible que un portero de discoteca o de club de alterne llegase a ser el hombre de confianza de un ministro y a ser miembro del consejo de administración de Correos. ¿Por qué el Ministerio de Transportes se encargó de comprar millones de mascarillas durante la pandemia si no era una cuestión de su competencia? ¿Se imaginan al Ministerio de Sanidad comprando uniformes para los presos de las cárceles?
Tampoco podemos olvidarnos de los casos moralmente reprobables de abuso de confianza o de cualquier tipo pero que no conllevan sanción penal. Como pudo ser el caso de Juan Guerra en su momento o podría ser el caso de Begoña Gómez si sale indemne de las investigaciones que le afectan. La esposa del presidente del Gobierno no puede ser una ‘conseguidora de fondos’, como ponía su tarjeta de visita.
Lo verdaderamente grave no es que haya injusticias, sino que se acepten. El ministro Fernández Ordóñez acostumbraba a decir que para que una democracia fuese sólida era preciso que el nivel de corrupción fuese muy bajo y se persiguiese porque, afirmaba, corrupción hay en todos los países.
Durante el franquismo hubo corrupción, sin duda. Algunos creímos ingenuamente que en la democracia no habría corrupción. Craso error. Los partidos políticos no pueden vivir solo de las cuotas de sus miembros y son unos voraces depredadores del dinero público a todos los niveles.
Lo decepcionante es que en el mundo empresarial esté asumida y que los ciudadanos la acepten como mal menor. Recuerden, no siempre van a pagar los culpables. A veces triunfa la injusticia.
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